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UN PASEO POR LA CIUDAD NEOYORKINA

Ocho consejos para callejear por Nueva York: mercadillos, cementerios, músicos callejeros y un atardecer espectacular

El día de la marmota es imposible que suceda en Nueva York. Puedes salir de tu hotel una mañana, pasear por los mismos sitios que el día anterior y verás una ciudad diferente. Nueva York es un espectáculo permanentemente cambiante y, aunque esta propuesta es aplicable a cualquier lugar del mundo, esta es una de las mejores ciudades para pasear sin rumbo fijo, dejándote sorprender por lo que salga a tu paso. Este es un paseo en que no aparecerá ni Times Square, ni el Empire State, ni la Estatua de la Libertad. Abramos los ojos.

Un consejo. Acuda a las cuatro de la tarde. Es la hora a la que comienza la llamada "Free friday night", la sesión gratuita para visitar el MoMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, los viernes por la tarde. A esa hora ya hay una larga aunque rápida fila para entrar, pero aún podrá ver parte de sus obras con una relativa comodidad. Otras, como "La noche estrellada", de Van Gogh, ya estará rodeada de una multitud posando para sus selfies. Apenas una hora después, los miles de visitantes que llenan el museo al reclamo de la gratuidad circulan en masivas procesiones de sentido único guiadas por los vigilantes. Otro consejo: si le gusta el arte, gástese 25 dólares (tampoco es tanto) y acuda cualquier otro día.

Richard Churcher tenía cinco años cuando murió. Ocurrió en 1681. Apenas 50 años antes se había creado el primer asentamiento permanente europeo en Manhattan. La tumba del pequeño Richard es la más antigua del pequeño y romántico cementerio de Trinity Church, un puñado de lápidas en mitad de los rascacielos del Bajo Manhattan, a un paso del famoso edificio de la Bolsa neoyorquina.

El cementerio, en el cruce de Wall Street con Broadway, parece un pequeño parque más, tan sólo separado de la acera y de los acelerados peatones por una pequeña reja. Es un buen lugar donde tomarse un respiro en nuestro paseo por la ciudad, con docenas de historias enterradas bajo el césped con las que imaginar los primeros años de la ciudad. Algo más céntrico, Washington Square en una plaza que en los primero tiempos de Nueva York separaba dos mundos, el adinerado al norte, el pendenciero al sur. Hoy esas diferencias han desaparecido y Washington Square es el centro de los Village, del ambiente universitario y bohemio.

Un domingo cualquiera, en Washington Square, me encontré a un niña tocando la batería en uno de los paseos, a un joven tocando un piano de cola en plena calle, a una banda de jazz y a una pareja cantando canciones sureñas al ritmo de un banjo. En una esquina de la plaza, media docena de hombres sentados en mesas con un tablero de ajedrez esperaban a quien les retara a una partida. En otra esquina, un mercadillo de ropa, artesanía, bebida y comida. Imposible aburrirse.

A un manzana del parque, en el cruce de la Sexta Avenida con la calle Tercera, otra escena me hace detenerme un rato. Se llama The Cage y es una de esas típicas canchas callejeras de baloncesto. Dos equipos de chicas negras juegan un disputadísimo partido oficial. El público lo sigue pegado a las vallas que separan el terreno de juego de la acera. Algunos espectadores me hacen recordar el episodio de "The wire" en el que dos narcotraficantes patrocinan sendos equipos de basket en un peligroso partido callejero. Pero seguro que es sólo cosa de mi imaginación y el que tengo delante es un partido sin esas connotaciones. Hay veces en que queremos ver más de lo que hay.

En el 725 de la Quinta Avenida otra escena se ha hecho habitual. Aquí, convertida en un fortín por la policía y el Servicio Secreto, está la Torre Trump con la residencia particular, y ahora esporádica, del actual presidente estadounidense. En la acera de enfrente se han hecho fuertes quienes protestan contra su presidencia. Los carteles que exhiben no pueden ser más elocuentes: "Shit hole" (agujero de mierda) y "Hey Trump. How many lies today? (Hola, Trump. ¿Cuántas mentiras hoy?). Con estos contundentes reclamos, venden chapas y demás merchandising y debaten con quien quiera discutirles sus nada sutiles apreciaciones.

Por cierto, no sé ahora, pero cuando hace unos años patiné un invierno en la famosísima y cinematográfica pista de hielo de Central Park era la empresa de Donald Trump quien la patrocinaba y su apellido aparecía en los laterales. Central Park es otro de esos lugares que ofrecen un entretenido paisanaje neoyorquino. Músicos callejeros, el rodaje de una serie de televisión, niños que hacen navegar pequeños veleros teledirigidos, un hombre que pasea a cinco cuidados perros gemelos o grupos de amigos que disputan un partido de béisbol antes de volver a la oficina.

Cruzo en metro el East River en dirección a Williamsburg, el barrio hipster por excelencia. Los sábados es el día de Smorgasburg, el mercadillo de comida supuestamente orgánica y bio, aunque en sus 100 puestos callejeros hay de todo. No sólo todo tipo de comida, también todo tipo de etnias, nacionalidades y tipos humanos. Se venden incluso churros, de nombre Dulcinea, o berberechos "a la española", es decir, con chorizo. La localización de Smorgasburg es inmejorable: en el East River Park de Williamsburg, junto al río y con el skyline de Manhattan de fondo. Eso en la temporada de buen tiempo. En invierno busca refugio bajo techo algo más al sur, en pleno Brooklyn.

Y en Brooklyn termino este personal paseo por la geografía neoyorquina. DUMBO (Down Under the Manhattan Bridge Overpass) es otro lugar de moda. La zona bajo el puente de Manhattan (y bajo el puente de Brooklyn por su cercanía) es una de esas áreas brillantemente recuperadas de Nueva York: un paseo y un parque donde sentarte para disfrutar de la puesta del sol tras los rascacielos del Bajo Manhattan, restaurantes de diseño, heladerías o pizzerías de esas "imprescindibles" con largas colas en su puerta...

Aquí, la azotea de un viejo almacén industrial reconvertido en centro de negocios, coworking, museo y restaurantes, ofrece ahora novedosas vistas de Nueva York, del puente de Brooklin, del rascacielos One World Trade Center y del East River. Uno de esos lugares a los que los neoyorquinos y los visitantes vamos para terminar el día.

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