Sumisión química

Una joven de Sevilla denuncia haber sido drogada con la 'droga de las violaciones': "Bebí dos sorbos y a partir de ahí no recuerdo nada"

La joven asegura que comenzó a sentirse mareada y que, a partir de ahí, no recuerda nada. Desde el hospital no descartan que le hubieran echado en el vaso la conocida como la 'droga de las violaciones'.

Copa de alcohol

Copa de alcoholPixabay

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Ocurrió la noche del sábado 29 de enero. María salió con su novio y unos amigos a celebrar su 26 cumpleaños. Acudieron a una discoteca en el centro de la capital hispalense a tomar unas copas, y sobre las 4 de la mañana, empezó a sentirse mareada. "Me pedí una copa y fui un momento al baño. Cuando regresé tomé dos sorbos y a partir de ahí no recuerdo nada", explica.

Asegura que se quedó "diez minutos inmóvil". Fue entonces cuando su novio comenzó a notar que algo no iba bien. Ella asegura que apenas podía hablar. Según el testimonio de su novio, no se movía, miraba al vacío y no reaccionaba a ningún estímulo. Sus amigos la sacaron a la calle porque le faltaba el aire. Hasta que llamaron a una ambulancia.

Lo siguiente que recuerda María es despertarse en la cama del hospital Virgen Macarena. Tras realizarle varias pruebas toxicólogicas, dio positivo en varias drogas como anfetaminas y MDA. Por los síntomas que presentaba (pérdida de memoria, incapacidad de movimiento) los médicos no descartan que además le hubieran echado en el vaso GHB (conocida como la 'droga de las violaciones'). Es, junto a la burundanga, una droga que anula la voluntad. Tiene un efecto depresor, y puede ocasionar que la víctima se desmaye y pierda la consciencia y no recuerde nada.

A las pocas horas le dieron el alta y María acudió a comisaría a interponer una denuncia. Asegura que temió por su vida y desde entonces arrastra secuelas psicológicas.

Su testimonio no es aislado. Desde el pasado mes de noviembre, la Policía de Sevilla ha detectado la circulación de esta droga GHB en algunos locales de ocio nocturno de las zonas de Alameda de Hércules y el entorno de la Plaza de Armas. En uno de los casos fue un camarero el que dio la voz de alarma, al presenciar cómo un chico echaba unas gotas en la copa a una de sus clientes.

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