Incendios

Incendios y apicultura: el duro golpe al sector de la miel en Galicia

Cuando las llamas se apagan, comienza el recuento de los daños. Y en Galicia, los incendios no solo arrasan bosques y aldeas: también se llevan por delante un oficio frágil y esencial, la apicultura. Decenas de colmenas han quedado reducidas a cenizas, y con ellas, el esfuerzo de años de trabajo.

Colmenas quemadas por los incendios

Publicidad

En Verín (Ourense), David Souto, apicultor de 'Abella Obreira' hace balance con gesto serio. La magnitud de las pérdidas todavía le cuesta ponerla en cifras. "Tengo 600, y afectadas realmente unas 300, casi la mitad más o menos", relata, señalando los restos calcinados de lo que hasta hace unos días era una explotación en plena actividad.

Los incendios llegaron en el peor momento posible: justo cuando los apicultores estaban en plena recolección. Eso obligó a improvisar, a correr contrarreloj para salvar lo poco que se podía. "Tuvimos que sacar la miel primero y después intentar salvar las abejas", recuerda Souto.

El traslado de las colmenas que sobrevivieron no fue sencillo. Hubo que recurrir a la ayuda de amigos y vecinos para mover con urgencia lo que quedaba en pie. Pero la herida es profunda: cada colmena destruida representa no solo la pérdida inmediata de producción, sino también el futuro de generaciones de abejas que ya no podrán seguir polinizando ni produciendo miel.

El hambre de las colmenas supervivientes

Aún aquellas colmenas que escaparon de las llamas enfrentan ahora un panorama desolador. Con los montes calcinados, las abejas no tienen alimento en su entorno. "A la que no le llegó el incendio de cerca tiene todo alrededor quemado y no tienen donde comer. No sabes si seguir con ellas, si qué hacer", confiesa el apicultor.

El problema no es solo de producción: es de supervivencia. Sin flores, sin vegetación y sin fuentes naturales de néctar y polen, las colonias dependen totalmente de la alimentación artificial que les puedan proporcionar sus cuidadores. Eso significa más gasto para unos productores que ya han visto reducido a la mitad su negocio.

Un golpe al ecosistema y al medio rural

La apicultura no es solo una actividad económica. Las abejas son fundamentales para la biodiversidad y la polinización de cultivos. La destrucción de colmenas y pastos florales tiene un impacto directo en el equilibrio del ecosistema, pero también en la economía local.

El caso de es un ejemplo visible de lo que está ocurriendo en muchas zonas afectadas por los incendios. Colmenas calcinadas, montes sin vida y familias que se preguntan cómo seguir adelante. En el medio rural, donde cada oficio cuenta, la apicultura es además una de las actividades más frágiles ante el fuego: basta un cambio en el viento o una chispa para arrasar en minutos lo que ha llevado años construir.

Mirando hacia adelante

Pese al golpe, David Souto no tira la toalla. Como otros apicultores, busca fórmulas para salvar lo que queda, alimentar a las colmenas supervivientes y pensar en la próxima temporada. Pero la incertidumbre pesa. "No sabes si seguir con ellas, si qué hacer", repite, como si la duda resumiera el sentir de todo el sector.

Los incendios han dejado un panorama difícil para la apicultura gallega, que afronta ahora meses de trabajo extra para mantener vivas las colmenas que resistieron. Recuperar el entorno y garantizar la continuidad del sector se presentan como los próximos retos de unos productores que, pese a la adversidad, intentan mantener en pie un oficio clave para el medio rural.

Publicidad