Monjas 'okupas'

Un grupo de monjas denuncia que se las trate como 'okupas' porque el arzobispado ha vendido su casa

El arzobispado ha vendido el chalet donde nueve monjas dedicadas a la caridad llevan viviendo desde hace más de dos décadas. Se niegan a marcharse, pero los nuevos propietarios les han cortado la luz.

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Un grupo de monjas dedicadas a labores sociales, como la entrega de alimentos a más de 500 familias necesitadas, está pasando por uno de los peores momentos que recuerdan. Las quieren echar del chalet donde viven porque las acusan de ser 'okupas', ya que el arzobispado de Oviedo ha vendido la propiedad que se encuentra en el barrio de El Viso (Madrid).

Las monjas llevan casi una semana sin luz, lo que ha provocado el desperdicio de cientos de kilogramos de comida. Es el drama que envuelve a un grupo de nueve religiosas que conviven juntas en un chalet de El Viso, una de las zonas más caras de Madrid. La asociación religiosa propietaria de la casa donde viven ha vendido el inmueble y ahora los nuevos propietarios quieren echarlas. Las tachan de 'okupas' y, para forzar su salida, han cortado la electricidad de la vivienda.

Cientos de kilos de comida desperdiciados

Cada día que pasa tienen que tirar kilos y kilos de comida que estaba destinada a más de 500 familias necesitadas que acudían a estas monjas diariamente. "Nos llaman okupas, pero hay que ver si somos okupas o no", explica la Hermana Marta a Antena 3 Noticias. Dicen no entender el motivo de la venta, ya que ellas solo se dedicaban a rezar y a gestionar el banco de alimentos que ayudaba a cientos de personas.

Nos llaman okupas, pero hay que ver si somos okupas o no

Hermana Marta

Comida podrida Monjas
Comida podrida Monjas | Antena 3 Noticias

"¿Ve el olor?", pregunta la Hermana al entrar en la despensa. Frutas, yogures, verduras, todo se está pudriendo y la ayuda es ya más bien escasa. Las hermanas utilizan linternas por la noche, pero sin luz no pueden salvar la comida. La semana pasada ya fue un equipo de desokupación para intentar que las monjas abandonasen las propiedad que ahora pertenece a un fondo de inversión. Aún así, no piensan tirar la toalla y siempre se queda alguien vigilando la casa para evitar visitas no deseadas. "No vaya a ser que nos cambien la cerradura", afirman.