Con los pasillos vacíos, Toño prepara los pedidos en su establecimiento de Fuentes de Oñoro, en Salamanca. Lleva sus productos a clientes que viven en Portugal y no pueden cruzar la frontera. “Estamos funcionando escasamente a un 20%”, se lamenta.
En el control policial nos autorizan a acompañarlo en el reparto en Vilar Formoso. De vuelta a España, en las gasolineras tampoco tampoco encontramos la imagen habitual de vehículos repostando un combustible más económico. “Cómo veis, no hay nadie” , apunta Juan Luis Bravo que entre el restaurante, el supermercado y la gasolinera, pierde 200.000 euros al mes.
Las consecuencias económicas afectan a los dos lados de la frontera. "Necesitamos a los españoles para comprar nuestros productos de Portugal", explica el alcalde de Vilar Formoso, Manuel Gómez. "En Fuentes de Oñoro, el 100% vive del tránsito entre los dos países", insiste el alcalde de la localidad salmantina, Isidoro Alanís.
Este cierre también trastoca la vida diaria de sus vecinos. Según relatan algunos de ellos, hay muchos servicios en el lado portugués como el dentista o el fisioterapeuta, al que no pueden acudir desde España.
Fátima, embarazada de siete meses, habla con su madre en Portugal por videollamada. No la ve desde que se decretó el estado de alarma. Son familias separadas por la cicatriz de las fronteras cerradas por la pandemia.