Nutrición
Nuria Martínez, Dra en Biomedicina: "Nuestro estado emocional puede influir en cómo digerimos los alimentos"
Lo que sentimos afecta en qué comemos, cuánto, cómo, y por qué lo comemos. Analizamos estas claves en la newsletter de Antena 3 Noticias.

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Seguro que tu también has escuchado alguna vez a alguien eso de "con los nervios se me cierra el estómago", o "con ansiedad me da por comer".
Las emociones tienen un papel determinante en nuestra alimentación y, en consecuencia, en nuestro peso. ¿Cómo asimilamos lo que comemos cuando somos felices?, ¿es nuestra relación con la comida un reflejo de nuestra vida emocional?, ¿cómo influye la baja autoestima, o la ansiedad y el estrés en nuestra manera de comer?. En la newsletter de Antena 3 Noticias respondemos estas cuestiones con Nuria Martínez Lozano, Dra en Biomedicina, quien además nos da unos tips para abordar nuestra relación con la comida en estos casos.
Nuria Martínez afirma que "nuestro estado emocional puede influir en la manera en que asimilamos y digerimos los alimentos". Un ejemplo de ello es cuando pasamos por una buena situación y somos felices. Entonces, asimilamos y digerimos mejor lo que estamos comiendo porque existe "una conexión muy estrecha entre el cerebro y el sistema digestivo, conocida como el eje intestino-cerebro a través del nervio vago. Es un eje bidireccional, es decir, "el cerebro influye en la función digestiva y el intestino le envía señales al cerebro, es por lo que se le llama 'segundo cerebro'".
Cuando nos encontramos tranquilos o con un buen estado de ánimo, precisa la nutricionista, lo que ocurre es que "se activa el sistema nervioso parasimpático", que es el que se encarga de descansar y digerir. Lo que ocurre es que "hay un aumento de la secreción de enzimas digestivas, mejora del flujo sanguíneo al intestino y hay contracciones intestinales más regulares que favorecen el peristaltismo", lo que desencadena en la mejora de la absorción de los nutrientes".
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando estamos más irritados, estresados o atravesando un mal momento emocional? En este caso, "se activa el sistema simpático, que es el encargado de la 'lucha o huida', lo que "reduce la producción de jugos gástricos y enzimas digestivas, disminuye el flujo sanguíneo al estómago e intestino y puede causar inflamación o alterar la microbiota intestinal".
Además, si hablamos del sistema hormonal, "ante sentimientos positivos como placer o alegría promueve la liberación de oxitocina, dopamina y serotonina, las hormonas de la felicidad, que impactan de manera positiva en la digestión".
Somatización de las emociones
En muchos casos, la relación que tenemos con la comida es un "reflejo directo de nuestra vida emocional", por lo que "hay una somatización de las emociones": "Hay quien come para calmar esas emociones, por ansiedad, por tristeza, por soledad, por aburrimiento, o también por alegría".
Aquí entran en juego todas esas comidas con alto contenido en azúcares o grasas, que pueden actuar como una especie de "analgésico emocional" al activar los circuitos de recompensa en el cerebro, es decir, nos hace sentir bien y en calma, aunque hay que tener en cuenta que es "solo es un proceso momentáneo". En este punto, surge la necesidad de distinguir entre 'hambre física y emocional'.
El 'hambre física' es aquella que aparece de manera gradual y se calma con comida y termina cuando nos saciamos, mientras que el 'hambre emocional' es la que aparece de golpe y no termina aunque el cuerpo esté lleno.
¿Qué es lo que pasa cuando no expresamos o digerimos nuestras emociones? En ocasiones, "lo terminamos trasladando al plano físico", eso es la somatización. Es aquí cuando la comida se convierte en un "canal de expresión". El hecho de comer rápido puede estar causado por la ansiedad, o la desconexión, comer en exceso por el intento de llenar un vacío emocional, o la pérdida de apetito por el rechazo o bloqueo emocional.
Baja autoestima, ansiedad y estrés
¿Y qué hay con respecto a la baja autoestima, la ansiedad, o el estrés? La nutricionista señala que "influyen negativamente tanto en la cantidad como en la calidad de los alimentos que elegimos". En palabras de Nuria Martínez: "las personas con baja autoestima pueden usar la comida como medio de castigo -'no merezco comer bien'-, o consuelo -'esto es lo único que me hace sentir bien'-". Además, "puede haber culpa después de comer, lo que alimenta un ciclo de autocrítica, que lleva al malestar emocional, y por lo tanto, más comida emocional".
En aquellas personas con ansiedad, "promueve el hambre emocional, el comer para calmar la mente, no el estómago y se tiende a elegir alimentos ricos en azúcar, grasas o sal que generan placer inmediato". Se manifiesta comiendo compulsivamente, sin hambre real, o rápido.
Sobre el estrés, "el estrés crónico aumenta el nivel de cortisol, una hormona que puede aumentar el apetito, estimular el deseo por alimentos hipercalóricos, o alterar los mecanismos de saciedad".
Para abordar estos escenarios, Nuria Martínez recomienda:
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- Actuar con una conciencia emocional, de manera que se identifique si se tiene hambre física o emocional
- Llevar a cabo una alimentación consciente, comiendo con atención plena, sin distracciones, observando las señales del cuerpo
- Practicar técnicas como meditación o respiración consciente para manejar el estrés, o terapia psicológica, especialmente con enfoque en relación con la comida
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