Opinión Guillermo Rocafort

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Historia

Recordando el horror de Srebrenica

Srebrenica, en Bosnia, y de mayoría bosniamusulmana, sufrió en 1995 un cruelísimo asalto de las fuerzas serbiobosnias al mando del general Ratko Mladic, que provocó una matanza de miles de personas. Una situación impropia en el corazón de la vieja Europa.

Hemos conmemorado recientemente el 25º aniversario de esta terrible matanza de Srebrenica que tuvo lugar en el corazón de Europa. Un hecho que debería avergonzar a todo el mundo, y en especial al viejo continente. Por eso es importante mantener viva esta memoria histórica, para que nunca algo así vuelva a suceder.

Hay que analizar los hechos tal y como sucedieron, con objetividad y sin las presiones políticas que, lejos de amainar las situaciones de tensión, acaban provocando que se desenlacen los más fatales acontecimientos.

Limpiezas étnicas ha habido a lo largo de la historia, en especial durante el siglo XX, mientras que los principios liberales y de fraternidad se repetían hasta la saciedad. Y es que muchas veces los hechos van más mucho más allá que las palabras.

Vamos a un futuro geoestratégico en el que el principio más demandado por la sociedad será la estabilidad. Y es precisamente la zona donde sucedió esto la más azotada por vientos de las peores desestabilizaciones: las raciales, las étnicas y las religiosas.

"Occidente veía bien esa división de la antigua Yugoslavia porque así quedaría claro que el experimento comunista en la zona acababa en un rotundo fracaso"

Aquella zona había pertenecido anteriormente al Imperio austrohúngaro, heredero de la estabilidad romanizadora, pero ya se encargaron tras la Primera Guerra Mundial de fragmentarlo para, así, enfrentarlo y explotar mejor sus riquezas.

Tras la Segunda Guerra Mundial llegó la Yugoslavia comunista, que trajo estabilidad a esa zona de la mano del mariscal Tito. Este dictador federó todos los territorios bálticos bajo su feroz dictadura comunista, aunque ello supusiera el exilio de 300.000 italianos, que tuvieron que huir de la zona de Fiume e Istria.

Aún guardamos en nuestra memoria histórica europea las masivas deportaciones sufridas durante y después de la Segunda Guerra Mundial: el Holocausto judío, la persecución religiosa, las limpiezas étnicas que sufrieron los alemanes de territorios que fueron suyos, etc.

Tras la descomposición de la Federación Yugoslava empezaron de nuevo los conflictos, auspiciados por una nueva élite local ambiciosa que se dejó llevar por sus instintos políticos más bajos. Con sus recursos limitados, la ONU intentó ayudar a crear un marco de seguridad para evitar las limpiezas étnicas y las matanzas de personas inocentes. De todas las nuevas repúblicas emergentes, Serbia era la que tenía más fuerza y poder militar, y eso provocó, en parte, el rechazo de la opinión pública internacional.

Por lo general, Occidente veía bien esa división de la antigua Yugoslavia porque así quedaría claro que el experimento comunista en la zona acababa en un rotundo fracaso. Por otro parte, la federación rusa atravesaba un muy mal momento, por lo que poco podía hacer por aliviar las penas de sus hermanos cristianos ortodoxos de la Gran Serbia. La ocupación del aeropuerto de Pristina (Kosovo) en 1999 fue el único gesto de determinación que tuvieron en aquella y larga guerra en la zona. Cuán distinta habría sido la solución a ese conflicto si en aquel momento Rusia hubiera disfrutado de la actual estabilidad del gobierno del presidente Vladimir Putin.

En cuanto a la ciudad de Srebrenica, en Bosnia, de mayoría bosniamusulmana, sufrió un cruelísimo asalto de las fuerzas serbiobosnias al mando del general Ratko Mladic, que provocó una matanza de miles de bosniomusulmanes. Sin embargo, también hay que tener presente que las ciudades de su alrededor, de mayoría serbia, sufrieron previamente asaltos similares por los bosniomusulmanes. El 22 de noviembre de 2017, Mladic fue declarado culpable del genocidio de Srebrenica, de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, y sentenciado a cadena perpetua.

Una década antes, Bosnia, esa república de la Federación Yugoslava, había organizado los espectaculares Juegos Olímpicos de Invierno en su capital, Sarajevo, en el año 1984. Aquel evento tuvo un gran éxito internacional. Visto desde hoy, tras la trágica guerra que asoló el país, pensar en ese acontecimiento resulta increíble. Es la prueba de que lo que hoy puede estar en paz y armonía puede ser en poco tiempo territorio abonado a las matanzas.

Para conocer la realidad de lo sucedido en Srebrenica, recomiendo el reportaje de una hora que se puede ver en YouTube titulado Srebrenica: ciudad traicionada, cuyo autor es un periodista bosniomusulmán y, por lo tanto, carente de sospechas sobre simpatías hacia los serbios.

Así se desarrolló el conflicto

Al comienzo del mes de julio de 1995, las fuerzas militares serbiobosnias llevaron a cabo una ofensiva que aisló la ciudad de Srebrenica y sus alrededores.

Las fuerzas militares holandesas bajo el mandato internacional, establecidas allí para proteger el enclave bosniomusulmán, cursaron dos solicitudes de apoyo aéreo a las Naciones Unidas para frenar el cerco. Sin embargo, ese apoyo aéreo que nunca llegó. Y sin ese apoyo de la comunidad internacional, la ciudad estaba abandonada a su suerte, totalmente rodeada de una fuerza militar apabullante.

El conflicto estaba verdaderamente enquistado; las pasiones desatadas y la comunidad internacional, totalmente inoperante para poner fin a una guerra civil en el corazón de Europa. Estamos hablando de un conflicto bélico sin una línea de combate claramente discernible, donde los frentes eran múltiples y variados y donde las alianzas y las treguas apenas eran respetadas. Una especie de guerra de todos contra todos y en todos los sitios, y todo ello aderezado con la venta ilegal de armas, cuyos comerciantes vieron en ese conflicto una oportunidad de negocio.

"Lo más dramático es que esa ciudad estaba bajo protección de la ONU, en particular de un destacamento holandés, que en vez de defender a la población indefensa tras la ocupación serbia, se retiró de su cuartel hacia posiciones seguras"

Srebrenica era una ciudad estratégicamente situada y desde donde partieron ataques a otras localidades opositoras de alrededor. Una de las piezas principales del tablero de ajedrez de una guerra civil como fue aquella, y por ello prescindible –a juicio del precitado reportaje– en aras de otros intereses superiores tanto del mando como del resultado final de la partida.

Lo más dramático es que esa ciudad estaba bajo protección de la ONU, en particular de un destacamento holandés, que en vez de defender a la población indefensa tras la ocupación serbia, se retiró de su cuartel hacia posiciones seguras. Este hecho sin duda detonó la furia serbia contra los bosniomusulmanes. El abandono holandés supuso una conmoción en Holanda, un motivo de vergüenza nacional, hasta el punto de que un informe encargado por el Parlamento de ese país sobre el papel de sus fuerzas militares acabó por tumbar al Gobierno responsable y provocando la convocatoria de elecciones generales en el 2002. Toda la comunidad internacional se abochornó del fracaso para evitar lo sucedido en Srebrenica.

La realidad es que la difusión de las imágenes de esta masacre en los medios de comunicación internacionales generó una ola de indignación contra los serbiobosnios. Esa indignación, en definitiva, consiguió que la comunidad internacional presionara para lograr el fin de las hostilidades, como así sucedió definitivamente con los Acuerdos de Paz de Dayton a finales de 1995.

El horror de lo que se vivió en Srebrenica es irreproducible: ejecuciones sumarias y violaciones masivas de derechos humanos, una situación impropia en el corazón de la vieja Europa.

Las matanzas y deportaciones continuaron en la antigua Yugoslavia, con distintos alcances y escenarios. Un ejemplo fue la operación militar ‘Oluja’, en la república croata de Krajina, apoyada por las naciones de la Unión Europea más importantes, que tuvo lugar el 5 de agosto de 1995. Esa operación provocó cientos de miles de desplazados serbios de la zona

Soldados españoles en la guerra de Bosnia

Por aquellos meses yo servía en los servicios de inteligencia de la Legión Española como legionario destacado en la ciudad africana de Melilla, y tengo vivos recuerdos de aquellos acontecimientos. Mandos míos y compañeros cayeron bajo las balas de aquella guerra fratricida, auspiciada por intereses estratégicos foráneos y mezquindades políticas internas. Especialmente dolorosa fue la muerte del legionario José León Gómez por disparos de mortero bosniomusulmanes (echándole la culpa a los bosniocroatas), que no aceptaban la presencia española en la ciudad de Jablanica y la hostigaban continuamente. El conflicto solo acabó cuando consiguieron sustituir el destacamento español por uno malasio de la ONU.

En cualquier caso, los soldados españoles se vieron envueltos en muchas situaciones similares a las de los holandeses, por un lado y otro, aunque no tan graves. Y jamás abandonaron a la población civil a la que protegían, lo cual debe enorgullecernos de nuestra tarea militar y humanitaria.

Como conclusión final en este artículo, desearía reflexionar sobre la necesidad de crear marcos de estabilidad como fuente de paz y progreso. La realidad es que ahora mismo la República de Bosnia y Herzegovina es un territorio sometido a una crisis permanente, tanto política como económica, dependiente de las subvenciones de la UE para salir adelante.

Uno de los objetivos del grupo europeo de VISEGRADO es precisamente esto, y la verdad es que han conseguido pacificar partes importantes de ese antiguo Imperio austrohúngaro y desarrollarlo económicamente.

Exacerbar los movimientos independentistas y localistas puede llevar a nuevas situaciones tan letales como la narrada aquí. Tanto España como la Unión Europea deberían recordar lo que sucedió en Srebrenica y en Bosnia para que no vuelva a suceder jamás en nuestro territorio español y europeo.

Guillermo Rocafort, Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea