Sri Lanka
Mueren 49 elefantes en Sri Lanka en apenas seis meses debido a "actividades humanas ilegales"
Casi medio centenar de elefantes han muerto en Sri Lanka en el primer semestre del año a causa de actividades humanas ilegales, lo que supone un 65% más en un año.
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49 elefantes han muerto en los primeros seis meses de 2022 en el distrito de Polannaruwa, en Sri Lanka, según ha registrado el Departamento de Vida Silvestre de este distrito. La muerte de estos animales se ha producido como consecuencia de actividades humanas ilegales. A estas muertes se suman otras 17 de personas que habrían muerto en el encuentro entre humanos y animales, según informa el medio "The Island".
Las muertes de estos animales han aumentado significativamente con respecto al mismo período del año 2021, donde se registraron 36 fallecimientos de elefantes y nueve de humanos, lo que supone un aumento de más del 65% en un año.
"En Sri Lanka, el 70% de los rangos de elefantes se encuentran fuera de las áreas protegidas y, por lo tanto, estos son los espacios donde los encuentros entre humanos y elefantes se vuelven hostiles y problemáticos", han explicado los funcionarios del departamento encargado, en declaraciones recogidas por el citado diario.
Muerte de elefantes por ingerir plástico
Tras las autopsias realizadas a varios de estos animales se han encontrado envoltorios de plástico, polietileno, bolsas de kétchup, cobre, bolsas de plástico, cubiertos y otros muchos residuos y desechos que habrían matado a unos 20 elefantes más en los últimos años. Los grupos ecologistas y veterinarios denuncian una situación que cada día se acrecienta más. El veterinario de la fauna salvaje Pushpakumara confirmó la muerte de otros dos elefantes a principios de año por ingerir estas cantidades de plástico en los vertederos. "Polietileno, envoltorios de comida, plástico, otros materiales no digeribles y agua fue lo único que pudimos ver en las autopsias.
Los alimentos que normalmente comen y digieren los elefantes no eran visibles", agregó el especialista. Una vez los animales ingieren estos materiales, se trasladan a los bosques y la selva y, al defecar, el plástico sale del estiércol, depositándose en el bosque, lo que supone una nueva forma de propagación de la contaminación humana, dispersando el plástico por otras áreas de la naturaleza.
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