Incómodo, pero queriendo ganarse la simpatía de la comunidad musulmana, Trump intentaba, sin éxito, seguir los pasos del tradicional baile de las espadas en Arabia Saudi, la primera parada de su gira. A su lado Melania, la otra gran protagonista.

Muchos se preguntan si su matrimonio es real o una pose. Tan pronto se dan la mano como lo contrario y con desplante. Así lo vimos a su llegada a Riad.

Mofas en las redes su dedicatoria en el libro de visitas del Museo del Holocausto en Israel. Ni una sola referencia a las víctimas. A su hija si la vimos emocionarse en el muro de las lamentaciones.

Más sutil fue el manotazo de Melania en Roma. Allí un sonriente Trump contrastaba con el gesto serio del Papa Francisco que no ocultaba sus diferencias con el presidente estadounidense. Muy criticados han sido los tocados de la primera dama y la primera hija de Donald Trump.

En Bruselas ha querido ser el primero y si hace falta empujar se empuja como hizo con el primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic.

No le ganó la batalla a Macron que salió victorioso del apretón de manos, a juzgar por el color de la mano de Trump.

El quebradero de cabeza ahora lo tiene su equipo de seguridad que busca como desplazarle por las estrechas calles de Taormina, donde se celebra la cumbre del G7. La bestia, el coche presidencial, es demasiado grande.