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PAISAJES EXTREMOS EN UTAH Y ARIZONA

Septiembre, el mejor mes para visitar el "salvaje oeste" de EEUU

Suena música country en la radio del coche. Las carreteras son largas y solitarias. El terreno llano permite ver a través del parabrisas, ya avanzada la tarde, los lugares en los que descargan tormentas tan breves como intensas. Recorremos cuatro escenarios de cine, paisajes espectaculares en la inmensidad del suroeste de Estados Unidos: Antelope Canyon, Monument Valley, Arches National Park y el desierto de sal de Bonneville. 1200 millas, 1900 kilómetros, a través de Utah y Arizona.

La bofetada de calor seco al salir del aeropuerto de Phoenix ya presagia lo que me espera por aventurarme por estas tierras desérticas de Arizona y Utah en pleno mes de julio. El termómetro del coche llegará a los 110 grados Fahrenheit (44 de los nuestros) en varios momentos del recorrido. Con el inconveniente de que cuando vas de viaje con billete de vuelta no puedes permitirte el lujo de quedarte al abrigo del aire acondicionado en las horas de más calor.

Tras dejar atrás los cactus gigantes, los saguaros, que bordean la autopista en las afueras de Phoenix, conduzco hacia el norte. Paso junto al enorme (aquí todo lo es) cráter Barringer dejado por un meteorito cerca de Flagstaff y, por fin, llego a Page. Es el punto de salida para recorrer el Antelope Canyon, un estrecho desfiladero que deja sorprendentes imágenes en la retina de quienes lo cruzan.

El Upper Antelope Canyon está en las afueras de Page y hay que visitarlo necesariamente en un grupo guiado de alguna de las cuatro agencias que se reparten la exclusiva. Todas están gestionados por los indios navajo, propietarios de estas tierras. Y son ellos también los que guían cada grupo. Con 200 metros de largo, el desfiladero en algunos puntos apenas llega al metro de anchura. La arenisca roja de sus paredes está aquí esculpida en suaves formas redondeadas por el efecto del agua y el viento. Toda la paleta de ocres se tornan en anaranjados cuando la luz del sol entra verticalmente en las horas centrales del día. Cruzarlo es como una ensoñación.

Precisamente porque las horas centrales del día son las mejores para visitarlo, los gestores han aplicado aquí el concepto de "horas pico", en las que los precios de la visita suben considerablemente: 78 dólares (70 euros). Crees que la visita va a ser en grupos pequeños, pero al llegar allí compruebas que el desfiladero es un ir y venir de "grupos pequeños" que se solapan unos con otros y empiezas a pensar que el precio es una pequeña estafa. La mala conciencia de "hombre blanco", conocedor del genocidio indio, atenúa el mal sabor que deja la masificación del cañón y el excesivo precio de la visita.

Rumbo al norte, entro en el estado de Utah para llegar a Bluff, un pequeño pueblo que luego se revelará más interesante de lo que parece en un primer vistazo. Seguimos en tierras de la Nación Navaja y navajos son también los propietarios del motel Kokopelli, en el que me alojo. Desde aquí, para llegar a Monument Valley, atravieso la que muchos llaman "la carretera de América" (con permiso de la Ruta 66). La milla 13 de la Highway 163 entre Utah y Arizona es, probablemente, el trozo de asfalto más fotografiado y más reflejado en el cine o la televisión. Escenario imprescindible para cualquier road movie que se precie. Aquel en el que Forrest Gump dejó de correr después de 3 años, dos meses y 14 días.

Poco después de ese punto llego a Monument Valley, un espectacular paisaje a caballo entre Arizona y Utah. Es el escenario que todos asociamos a los westerns clásicos. Por eso, dos de sus miradores más espectaculares llevan los nombres de John Ford y John Wayne. Dicen que eran los lugares preferidos por cada uno de ellos. Las enormes "mesas" (los montículos que son más anchos que altos) y los pináculos sobre la llanura desértica foman un paisaje árido, agreste e impactante.

Lo recorro sin prisa por la carretera de arena que lo circunda y que permite admirar rincones en soledad. El parque está gestionado también por la Nación Navaja y, aunque ofrecen circuitos guiados en todoterreno con acceso a lugares exclusivos, creo que no es comparable a visitarlo por uno mismo y detenerte allí donde te apetezca. Recorrer Monument Valley confirma que fue buena idea alquilar un vehículo SUV para este viaje.

Vuelvo a la carretera. Impresiona conducir durante horas sin cruzar un sólo pueblo, kilómetros y kilómetros de un territorio rocoso y desértico en el que parece difícil vivir. La Highway 191 me lleva por Utah hacia el norte, hasta Moab. A apenas diez minutos de este pueblo se entra en Arches National Park, 305 kilómetros cuadrados de sorprendentes paisajes pétreos cincelados por el agua, el hielo y el viento, con altas y estrechas paredes de roca lisa a modo de rascacielos, como en la zona llamada Park Avenue, o enormes rocas sostenidas en difícil equilibrio sobre un pináculo.

Pero lo más característico de este lugar son los arcos de piedra formados por la erosión del viento y el agua que se filtra por sus grietas y al congelarse en invierno rompe la roca. Aquí está el Landscape Arch, un frágil arco de 91 metros de longitud o el Delicated Arch, precisamente el que decora las matrículas de Utah.

Llegar hasta Delicate Arch requiere un considerable esfuerzo: la subida caminando, con gran parte del recorrido sobre pura roca y con temperaturas en torno a los 40 grados, requiere de muchas ganas y en torno a una hora de tiempo. Imprescindible llevar abundante agua y algo de comida. La recompensa vale la pena: no sólo por admirar el enorme arco de 16 metros de altura junto a un acantilado, sino todo el entorno espectacular en torno a él.

Y otro paisaje agreste pero muy diferente es el que busco para el final de este recorrido. Siempre hacia el norte llego a Salt Lake City y giro hacia el oeste. Una llamativa carretera, la I-80, con una recta de 69 kilómetros, me lleva hasta el salar de Bonneville, un desierto de sal de260 kilómetros cuadrados junto a Wendover, completamente plano y que es escenario habitual de pruebas de velocidad para prototipos y bólidos que han llegado a alcanzar los 1000 kilómetros por hora. También es un apreciado lugar de rodaje de películas, series o anuncios publicitarios. Un final deslumbrante, también por el blanco intenso de la sal, para esta ruta tan cinematográfica del suroeste de Estados Unidos.

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