Juan Pablo II besó por primera vez tierra española el 31 de octubre de 1982. Exhibiendo una envidiable forma física inició un periplo de diez días en el que recorrió la península de punta a punta: Madrid, Ávila, Salamanca, Toledo, Sevilla, Granada, Loyola, Valencia, Santiago, sin olvidar rezar a la Pilarica en Zaragoza y a la Moreneta en Barcelona.
Ya en esa primera visita quedó patente el fervor que el Papa polaco desataba entre los españoles. Dos años después, de camino a Latinoamérica, recaló en Zaragoza, aunque tan sólo cinco horas.
En su tercera visita, en agosto de 1989, el Pontífice llegó como peregrino. Tras rezar ante el Apóstol Santiago, el Papa se trasladó a Covadonga donde fue agasajado, además de con sidra, con el plato nacional: tortilla de patatas.
Hay que esperar hasta junio de 1993 para su cuarto viaje, en este caso, centrado sobre todo en Andalucía. En Sevilla visitó la catedral y en Huelva el Rocío y el Monasterio de la Rábida. Después se trasladó a Madrid donde tras consagrar la catedral de la Almudena, canonizó al fundador de la compañía de Santa Teresa de Jesús.
Su quinto y último viaje tuvo lugar en mayo de 2003, dos años antes de su muerte. Un millón de jóvenes le ayudaron con su energía a afrontar este multitudinario encuentro; calor ambiental y emocional en un acto que acabó en una auténtica fiesta.