La madre junto al bebé

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EN REINO UNIDO

Un bebé pierde las manos y las piernas tras sufrir una infección de garganta

Una madre del pequeño cuenta la dura batalla de su hijo, de 11 meses, contra una sepsis que le hizo perder sus cuatro extremidades.

Una mujer de Lincolnshire (Reino Unido) ha contado cómo su bebé perdió las cuatro extremidades después de que sufriera una infección de garganta que se convirtió en una sepsis que pudo ser mortal.

Abigail Wardle, de 23 años, cuenta que comenzó a preocuparse por su hijo Oliver Aisthorpe al creer que podría estar deshidratado cuando notó que el 'punto blando' de la parte posterior de su cabeza estaba hundido. Al día siguiente, el 17 de marzo, los médicos indujeron el coma al niño, de 11 meses, después de descubrir que sufría una sepsis.

Los médicos informaron a la madre que su hijo tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir. Su sepsis, provocada por una infección de garganta no diagnosticada, fue tan grave que su pierna se desprendió cuando su madre lo sostenía en brazos en la cama del hospital.

Días después perdió las cuatro extremidades, que tuvieron que ser amputadas, pero el pequeño ya está de vuelta en casa y podría tener sus primeras prótesis en cuestión de meses. "Algunas personas pueden sentir lástima por nosotros, pero me siento la madre más afortunada del mundo, todavía tengo a Oliver con nosotros, puede que no tenga manos ni pies, pero sigue siendo mi pequeño valiente y sonriente", asegura en una entrevista recogida por el diario británico Metro.

"Lo que pasamos fue horrible y nunca había estado tan asustada en mi vida, pero Oliver es tan valiente que sabía que yo también tenía que serlo. Soy su madre y es mi trabajo luchar por él y hacerlo sentir seguro", relata la madre.

Abigail acudió al médico el 16 de marzo, donde le dijeron que diera al pequeño líquidos y paracetamol. Al día siguiente su estado empeoró y volvió a llevarlo al hospital, donde terminó en reanimación. "Rápidamente se puso muy pálido y letárgico y simplemente no era su yo habitual. Lo abrazaba y estaba gimiendo como si le dolieran los huesos. Finalmente dejó de llorar y solo estaba gimiendo, como si no tuviera la energía para llorar", cuenta.

"Sus manos y pies habían comenzado a ponerse morados, y solo recuerdo pensar que tenía frío y pedir a los médicos que le pusieran unos calcetines". Tras ello, cuenta, "un médico nos sentó y dijo: 'Tu hijo está muy mal', y yo pensé: 'Lo sé, está en coma y conectado a una carga de máquinas', pero no tenía idea de lo enfermo que estaba".

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