Conciliación
El reto de las personas cuidadoras: "La clave es la conciliación y el reparto"
Paula, madre de dos hijos y responsable también del cuidado de su madre, resume con su experiencia y sus palabras la situación en la que se encuentran miles de familias en España que pertenecen a la generación sándwich.

Conciliar trabajo, cuidados y vida personal se ha convertido en uno de los grandes retos sociales de nuestro tiempo, especialmente para quienes forman parte de la llamada 'generación sándwich': personas adultas que cuidan simultáneamente a sus hijos o hijas y a sus padres mayores. En este contexto, la conciliación y el reparto equitativo de responsabilidades se revelan como ejes imprescindibles. Paula, que cuida de su madre y de sus dos hijos, lo resume con una claridad rotunda: "La clave es la conciliación y el reparto. La sociedad no puede pretender que haya un chicle tan estirado que las personas cuidadoras sostengan el tejido social".
Para Paula, el trabajo es uno de los espacios donde más se evidencia la falta de comprensión hacia quienes cuidan. "La comprensión en el entorno laboral es variable. A mis jefes les agradezco la flexibilidad laboral que me permite seguir estando presente en la infancia de mis hijos, pero no todo el mundo piensa que estoy haciendo lo correcto. Hay gente que cree que no tienes ambición, que has perdido tu luz", explica.
Aunque su organización personal le permite seguir avanzando profesionalmente, no siempre es visible: "Mi nivel de horas presenciales en la oficina ha disminuido, porque hoy me organizo trabajando después de acostar a mis hijos... pero eso no se ve".
También percibe diferencias entre generaciones: "La generación de los boomers estaba más concienciada y los millennials hemos vuelto al 'blandismo'. Pero también hay gente que no entiende que lo más importante es lo que pasa cuando sales de la oficina".
Renuncias silenciosas
Alicia López de Ocáriz, doctora y presidenta del Observatorio Cinfa de los Cuidados, aporta la fotografía más amplia que muestra el estudio: "Nos hemos interesado en cómo lo compaginan las personas cuidadoras: la mayoría mantiene su puesto de trabajo, pero un 6% ha dejado su trabajo y un 11% lo ha reducido".
Y añade un mensaje clave sobre la necesidad de reconocer el cuidado en toda su extensión: "Habría que poner en valor los cuidados. Están en nuestro día a día a lo largo de toda la vida. Llamar a un amigo preocupado o hacer un favor también es cuidar. Reconociendo la vulnerabilidad y que dependemos unos de otros, pondríamos en valor lo que somos".
Pérdida de identidad
Para Paula, la responsabilidad de los cuidados ha supuesto también un cambio en su identidad: "Sí, he perdido parte de mi identidad para sustituirla por otra. Ahora soy la madre de Paco y la hija de Julia". Aun así, el trabajo se ha convertido para ella en un ancla emocional:
"El trabajo es un factor estresante cuando tienes un sándwich, pero también te da un área de tu vida en la que sigues siendo solo Paula. Me ha servido de terapia muchas veces. Con mi segunda hija tuve una depresión posparto muy dura. Volver a la oficina, aunque no me apetecía nada, me devolvió una parcela de individualidad y autoestima".
Ese aprendizaje, dice, también te conecta con tu historia familiar: "Aprendes de dónde vienes, cómo se sentían tus padres cuando tú eras pequeña y hacia dónde quieres llegar".
¿Quién cuida de quienes cuidan?
Alicia lo explica con claridad: "Una persona cuidadora tiene que tener claro que el autocuidado no es algo egoísta. Lo que beneficia a la persona cuidada beneficia también a la persona que cuida. Hay que buscar pequeños tiempos".
Pequeños tiempos, reparto real y un cambio cultural profundo. Porque, como insiste Paula, sin conciliación ni corresponsabilidad, no hay forma sostenible de seguir cuidando.









