Economía
Ricardo Creixems, 35 años y cuatro empleos: "Soy pluriempleado para poder sobrevivir"
Este hombre personifica la realidad de muchos jóvenes adultos en España. Formado en Sociología, Marketing y Publicidad, su trayectoria profesional no ha seguido el guion de ningún manual académico. Hoy, sobrevive encadenando trabajos, cambiando de ciudad cuando hace falta y reinventándose día a día.

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"Me dedico a sobrevivir", resume con franqueza. Sus jornadas laborales no conocen horarios convencionales: por las mañanas, limpieza de tapizados; por las tardes, azafato y camarero o imagen en eventos; por las noches, DJ en salas o pubs. "Empezó como un hobby, luego como trabajo, y ahora es una necesidad".
En total, cuatro empleos simultáneos para alcanzar una meta simple y digna: pagar el alquiler, la comida, la gasolina. "Entre todos gano entre 1.400 y 1.600 euros al mes", confiesa. Un ingreso que implica jornadas maratonianas, desplazamientos constantes entre Galicia y Andalucía, y renuncias personales que ya no sorprenden. "A veces no me da tiempo a comer ni a ducharme. Pero es lo que hay".
Ricardo pone el foco en uno de los males endémicos del mercado laboral: la temporalidad ligada al turismo. En verano, el trabajo abunda. En invierno, todo se para. "Los empleos son más sólidos en verano. Pero cuando llega el frío, cambia todo: el clima, las oportunidades y el dinero que entra".
El relato es claro: la precariedad no está en la falta de formación, sino en un sistema que ofrece trabajos estacionales, mal remunerados y sin garantías. "He rechazado oportunidades que sonaban bien, pero que no compensaban por los gastos que debía cubrir yo mismo: transporte, comida, alojamiento".
Uno de los momentos más duros del año para él fue antes del inicio de la temporada alta, cuando pasó 10 días sin empleo. "Tuve que poner mi vida en orden, preparar mi casa, pero al mirar mi cuenta me di cuenta de que todo el dinero se me había ido en alquiler, gasolina y comida. Fue muy duro ver que no puedo estar ni diez días parado".
Este tipo de situación no le resulta ajena. Y tampoco le ocurre solo a él. "No soy el único. Tengo muchos amigos, conocidos, chavales jóvenes que están igual. Si de un grupo de 20 personas, 16 están en esta situación, igual el problema no somos nosotros, sino el sistema".
Cuando se le pregunta por qué no busca un trabajo fijo, la respuesta es contundente: "Los empleos fijos que hay, muchas veces son precarios: mal pagados, malas condiciones humanas y laborales". Y añade: "Sí, podría estar en un bar a 1.100 euros por 40 horas semanales. Pero ¿vale la pena?".
Lo que le frustra no es trabajar duro, sino no poder hacerlo en condiciones justas. "Me gustaría emprender, ser autónomo, porque tengo capacidad para hacerlo. Pero hoy en día, arriesgar es hipotecar tu futuro antes de empezar".
Ricardo también observa con preocupación la desilusión de las nuevas generaciones: jóvenes formados que no encuentran salida a sus estudios, ni motivación en un mercado laboral incierto. "Estudian con la ilusión de tener un salario digno, una estabilidad, una vida organizada. Pero la realidad les golpea: los trabajos no son lo que esperaban, ni lo que merecen".
El miedo a emanciparse, a asumir responsabilidades económicas, está muy presente. "Van más con miedo que con ilusión a buscar trabajo. La vida está cara y los salarios no acompañan".
Ricardo no es un caso aislado. Su historia es la de miles de jóvenes trabajadores que sostienen la economía desde la precariedad, el esfuerzo constante y la falta de garantías. "En un país que presume de recuperación y crecimiento, conviene no olvidar que la estabilidad aún no ha llegado a todos los bolsillos", concluye.
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