INCENDIOS

La bodega de A Ribeira Sacra más lastimada por el fuego: "Hemos decidido no vendimiar este año"

El incendio en Montefurado arrasó el 70% de los viñedos de la bodega Alvaredos-Hobbs. La bodega calcula que tardará al menos cinco años en recuperarse.

Imagen de los viñedos arrasados por los incendios.

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"Es mejor esto que bajar la calidad de nuestro vino", dice Antonio López, copropietario y viticultor de la bodega Alvaredos-Hobbs, mientras recorre lo que un mes atrás era un manto verde de viñas sanas y cargadas de uva. Hoy, solo quedan cenizas, troncos y racimos calcinados.

El fuego llegó sin avisar. Así comenzó el verano más devastador para esta pequeña pero reconocida bodega de Montefurado, en plena Ribeira Sacra, que ha perdido el 70% de sus viñedos y, con ellos, el 100% de su producción este año.

La paradoja es cruel: todo indicaba que 2025 sería su mejor campaña. "Las viñas estaban preciosas. Apenas hubo mildiu, ni enfermedades. La uva era perfecta. Nunca las habíamos visto así de bien", recuerda Cecilia Fernández, enóloga de la bodega. Pero las llamas lo cambiaron todo.

La bodega, nacida de la pasión de Antonio y del impulso internacional del prestigioso enólogo Paul Hobbs, exporta la mayor parte de sus botellas a Estados Unidos. Trabajan con godello, mencía, loureira y garnacha tintorera, variedades que representan lo mejor de la parte del alma vinícola de Galicia.

Pese a que un 30% de las viñas sobrevivió al incendio, en Alvaredos-Hobbs han tomado una decisión drástica: no vendimiar absolutamente nada.

"La piel de la uva es como una esponja que recoge todos los olores. El humo lo impregna todo. No podemos permitir que eso altere el sabor del vino", explica Antonio.

La calidad, su seña de identidad, ha pesado más que la urgencia de salvar parte de la producción. "Lo fácil sería recoger lo poco que quedó, pero el vino no sería el nuestro", concluye.

Las viñas no solo perdieron hojas o racimos. El fuegomató microorganismos del suelo, dañó las raíces, secó los troncos más viejos. "Lo peor es no saber qué pasará. No sabemos cuántas plantas resistirán. Algunas ya están negras, muertas. Otras muestran brotes. Si rebrotan en primavera, puede que salvemos algo. Pero hasta entonces, solo queda esperar", explica Cecilia.

Las más afectadas han sido las cepas centenarias, de tronco grueso y seco, que ofrecían vinos únicos. Reemplazarlas, si fuera necesario, implicaría años de trabajo y sin producción. "No volveremos a los niveles de producción actuales hasta dentro de cinco años, como mínimo", advierte la enóloga.

Las ayudas públicas por daños son una tabla de salvación precaria. "Sirven para sobrevivir ahora, pero no cubren todo. Se centran en la pérdida de uva, pero no contemplan el valor añadido que generamos con el vino embotellado ni los años de parón productivo", señalan desde la bodega.

Tanto Antonio como Cecilia coinciden en que el fuego pudo evitarse con una gestión forestal diferente. "No podemos tener pinares a 50 metros de las casas. Si fuera robledal o soto, el riesgo sería mucho menor", explica Cecilia. Abogan por un cambio urgente en la política de prevención y cuidado del entorno.

Alvaredos-Hobbs produce entre 15.000 y 18.000 botellas al año. Este 2025 será su "año en blanco". En los viñedos calcinados, la vida resiste tímidamente. El trabajo actual es casi quirúrgico: regar, aportar nutrientes, proteger lo que queda vivo. Se intenta impulsar el instinto de supervivencia de las plantas. "Aunque no broten por donde queremos, que broten", dice Cecilia con una mezcla de realismo y fe. Este año no habrá cosecha, pero sí trabajo y un deseo: que se consuma producto autóctono. No habrá botellas nuevas, pero sí un esfuerzo silencioso por volver a empezar.

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