Los jugadores del Real Madrid celebran un gol de Cristiano Ronaldo

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Real Madrid 2-0 AS Roma

Un romance llamado Champions

Como es difícil encender una hoguera bajo un diluvio, el Madrid aprovechó la Champions, su rincón más especial en el mundo, para reavivar la llama de su fútbol y encandilar de nuevo a su afición. No fue fácil para que sí fuese Champions, donde siempre cuesta, pero el Madrid se pareció a lo que tanto le gusta ser para pasar a cuartos.

Por @MarioCortegana

¿Qué harían ustedes si les quedaran 90 minutos de vida? Mientras lo piensan, quizá les sirva el ejemplo de la Roma, que se plantó en el Bernabéu, coliseo que es al fútbol lo que el de su ciudad a la historia, dispuesto a morir matando. Y a divertirse. Por eso Spalletti convirtió la baja de su martillo, Nainggolan, en una oportunidad para apostarlo todo por la velocidad y el vértigo: de inicio, Salah, El Shaarawy, Perotti y Dzeko. El Madrid recibió la afrenta con un trivote de más músculo de lo habitual, sin Isco -en el banquillo- ni James -en la línea de ataque-, pero con Casemiro, Kroos y Modric. Con el primero de escoba, los otros dos se descolgaron con gusto: faltó equilibrio y sobró verticalidad.

Y lo aprovecharon los italianos, aunque la primera fuera para Marcelo en el 7', en asociación con Bale, quien, mientras le duró el gasoil, gritó a base de desbordes que el hábitat natural de su zurda es el carril izquierdo. A partir de ahí, la Roma sacó los argumentos para nadar hacia su partido soñado, pero murió en la orilla de un primer gol que no llegó porque le faltó el de más peso: lució descaro y malas ideas, pero adoleció de pegada. Dzeko -24'- y Salah -28'- se plantaron ante Keylor y la tiraron directamente fuera. Las mejores de los blancos llegaron por un chutazo lejano de Modric en el 20' y por Cristiano en dos oportunidades, ambas dominadas por Szczesny.

Tan cierto es que la Roma había dado mayor sensación de peligro como que al Madrid poco le importaba. Sus avisos habían sonado lo suficientemente fuertes como para encontrar eco en la segunda parte, 45 minutos en los que cada equipo enderezó su lanza y la blanca resultó más larga, grande y robusta en el cruce. James pudo inaugurar el marcador de tijera en el 50', igual que después Salah, que la tiró fuera otra vez ante Keylor, o Cristiano, que lo buscó con fuerza desde lejos. Pero la justa se iba a terminar de decantar en cuatro minutos decisivos, metáfora perfecta de la eliminatoria. Fue en un frente a frente a quemarropa en el que cada una de las partes corrió tanta suerte como veneno cargaba su punta: mientras Florenzi y Manolas se estrellaron contra un colosal Keylor -y van... -, Cristiano remató en posición de '9' puro una gran jugada de Lucas Vázquez, el favorito de la guarde para la grada: 1-0.

Esa fue la última vez que los romanos dijeron esta boca es mía. Después, el Madrid siguió a lo suyo, sin miedo incluso cuando más se acercaban los tiburones porque su historia se ha forjado a base de gobernar marejadas. Así que en el 68', Cristiano cambió su papel, de goleador a pasador, para que James rematase el 2-0: a falta de pulmón y cerebro, buenos son goles para el colombiano. En lo futbolístico, quedó tiempo para que a Cristiano no le sonriera la red después de otro regalo de Lucas y para que Keylor -ayudado por el palo- terminase de amargarle la noche a la Roma con una mano salvadora a Perotti, pero lo más bonito fue lo simbólico, la despedida de Totti del Bernabéu. El italiano, mito viviente, saltó al césped en el 74' en medio de una cerrada ovación. Otra cosa no, pero de respeto a los más grandes gladiadores sabe un rato el estadio blanco.

Tenía que ser la Roma, amor escrito al revés, el rival contra el que el Madrid volviese a juntar los retales de las noches de pasión que tanto enloquecieron al Bernabéu. Los de Zidane jugaron al galope y asumiendo demasiados riesgos porque saben que el corazón es más letal que la cabeza. Con esos mimbres construyeron la cesta en la que acabaron guardando el billete para cuartos. Junto a él reposa intacta la ilusión de un idilio único, tan bonito como fructífero. La de un romance llamado Champions.

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