Encierros taurinos

Los peligros silenciosos de un encierro como el de San Sebastián de los Reyes: "Hay gente dispuesta a arriesgar su vida"

Este martes ha tenido lugar el segundo encierro de los festejos de San Sebastián de los Reyes. En esta ocasión, en lugar de novillos, han corrido seis toros de la ganadería 'Carmen Valiente'.

Segundo encierro de las fiestas de San Sebastián de los Reyes

Segundo encierro de las fiestas de San Sebastián de los ReyesEFE

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Llevo 18 años retransmitiendo de forma ininterrumpida los encierros de San Sebastián de los Reyes y me sigue maravillando que, cada mañana, haya tanta gente dispuesta a arriesgar su vida y su integridad física a cambio de unos segundos de riesgo y de tradición. En muchos casos será la necesidad de adrenalina; en otros, la herencia adquirida; en otros, el reconocimiento público; y quizá, en algunos, el ansia de probar cosas nuevas. El caso es que nadie falta a su cita.

Los veteranos se resisten a marcharse, los más experimentados intentan explotar sus cualidades, los jóvenes pretenden aprender para hacerse expertos y los novatos se fijan en el resto para intentar acercarse poco a poco al toro. Y así, año a año, se va produciendo el relevo generacional que ha perpetuado estos festejos populares durante los siglos.

La liturgia se repite en otras ciudades y en otros pueblos y se multiplica en las grandes citas como la de Pamplona o esta misma, de San Sebastián de los Reyes. Nunca faltan corredores dispuestos a acompañar a los toros por mucho que se sucedan los percances o que las televisiones repitamos las imágenes de los momentos de mayor peligro. Siempre hay corredores dispuestos desafiar a los múltiples peligros que encierra este espectáculo.

Los titulares más gruesos se los suelen llevar las cornadas, pero hay multitud de peligros silenciosos que no ocupan tanto espacio en los medios de comunicación y que los participantes asumen cada vez que entran en la manga de un encierro. Están las caídas a velocidades endiabladas, que pueden provocar fracturas y golpes, a veces tan peligrosos o más que la herida por asta de toro. También se suceden las abrasiones por roces con el asfalto o con las talanqueras. Y, por supuesto, están los pisotones. A menudo vemos a cabestros o toros pasar y pisar a los mozos, con sus más de 400 kilos y con la fricción que supone el contacto de la pezuña con la piel cuando el animal toma el impulso.

Todos esos peligros más silenciosos que la herida por asta de toro pasan muchas veces en un solo encierro. Y los llamamos caída, contusión o roce sin poder calibrar exactamente su alcance, porque solo un médico podrá valorarlos después y medir sus consecuencias.

Todos se suceden una y otra vez para recordar que estamos ante un espectáculo que es muy peligroso, y en el que solo deben participar quienes conocen las entrañas del encierro y quienes están dispuestos a asumir sus riesgos. Los que simplemente lo hacen por probar juegan con su inconsciencia y solo la suerte les podrá salvar. El resto son todos esos chavales y veteranos que ven, cada mañana, completar esas carreras espectaculares que han soñado la noche anterior. Nunca se conforman, porque, en cuanto se van a casa, ya están pensando en cómo será la del día siguiente.

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