Toreo

Morante de la Puebla hace historia en Sevilla

Corta dos orejas y rabo en la Maestranza y sale en hombros por la Puerta del Príncipe. Una marea de personas lo llevaron en volandas hasta el hotel. Hacía 52 años que un torero no conseguía esta hazaña en Sevilla.

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El reloj marcaba las 8 de la tarde en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla cuando el presidente, José Luque Teruel, sacó los tres pañuelos en el balconcillo del palco. Dos orejas y rabo históricos para Morante de la Puebla y una Puerta del Príncipe abierta de par en par.

En el tendido, los aficionados, que habían coreado el ‘torero, torero’ mientras pedían los máximos trofeos, ahora se abrazaban efusivos con ese desconocido que había compartido la tarde de toros a su lado, y dejaban correr las lágrimas. Habían presenciado un hito histórico. Morante volvía a cortar un rabo en La Maestranza 52 años después. El maestro Ruiz Miguel lo había hecho, por última vez, en 1971 a un toro de Miura.

Pero la faena del torero de Puebla del Río (Sevilla) ha traspasado todos los límites de la belleza y la riqueza taurina. Morante cuajó de principio a fin a ‘Ligerito’, de la ganadería salmantina de Domingo Hernández. Faena perfecta, a pesar de que la perfección no existe.

Faroles, verónicas, chicuelinas, medias cordobesas, tafalleras, gaoneras y todo muy despacio y templado. Un abanico infinito de suertes a lo largo de la historia de la tauromaquia. Después, cuando la faena podía haber terminado con el capote, cogió la muleta e impuso su poderío, su técnica, su temple y su valor. Monumentales derechazos, larguísimos naturales y los desplantes toreros que llevaban al público al delirio. Este miércoles de farolillos, festivo en Sevilla, los asistentes eran conscientes de lo que estaban viendo.

No pasaba en esa plaza desde hace 52 años

La estocada fue perfecta. Y en tan solo unos segundos el toro cayó rodado, a los pies de quien había hecho la mayor obra de arte taurina en años y quien había provocado que ese toro, ‘Ligerito’ pase también al recuerdo histórico.

Dos orejas y rabo, 52 años después, para Morante de la Puebla. Pero aún quedaba una imagen única por ver. Ya eran las nueve de la noche cuando José Antonio Morante atravesaba la ansiada Puerta del Príncipe. Pero los aficionados que lo sacaban en volandas no lo dejaron en su furgoneta, como es habitual. Una marea de personas lo llevaban, como esos pasos de Semana Santa, por las calles de Sevilla. El transitado Paseo de Colón, frente al Guadalquivir y Triana, quedó cortado para que pasara el torero que había hecho historia. Y así lo llevaron hasta las puertas del Hotel Colón de Sevilla, donde se había vestido, tan solo unas horas antes, sin saber lo que le esperaba.

Sus compañeros de cartel Diego Urdiales y Juan Ortega, ambos de corte clásico, quedaron anulados por lo trascendental de lo sucedido. Pero también habían toreado muy despacio sus toros.

Morante de la Puebla ha marcado una época del toreo y muchos ya afirman que podría ser el mejor torero de la historia. Y no hay que quitarles la razón.

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