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Las puertas del Museo ya han cerrado para el público, pero algunas de sus salas han quedado abiertas para un pequeño grupo de periodistas, y por supuesto, para el autor de 'El Maestro del Prado'.

Como si se tratara de otra de sus novelas, Sierra avanza por los pasillos del majestuoso Museo. Para llevar a cabo el viaje, urde una trama apasionante que tiene como hilo conductor la presencia y enseñanzas de un misterioso hombre al que un joven Sierra conoció en 1990 y quien le enseñó a mirar y entender varios cuadros del Museo. "No los más famosos, ni los más conocidos", apunta el autor, sino los que escondían algo.

El recorrido comienza frente a 'El jardín de las Delicias', de El Bosco. Es uno de los cuadros que 'El Maestro', ese hombre misterioso a quien va dedicado el libro, analizó en detalle con su 'discípulo'. Ahora, él solo, trata de expresar la emoción y la maravillosidad que se esconde detrás del lienzo, aunque siempre dejando una pequeña intriga, que "aparece en el libro", bromea.

"El Prado es una vida, no un instante"

El periplo continúa sin perder la intensidad y el entusiasmo que le pone su anfitrión. Como un niño ilusionado cuando llega su cumpleaños, se le ilumina la cara al comentar lo que "parece una extensión extrema del infierno del Bosco", al referirse a 'El triunfo de la muerte', de Pieter Brughel; "una puerta al mundo espiritual" con los lienzos de Rafael o una "historia de fantasmas" con Botticelli.

Asimismo, y sin restar energía a lo que parece otra de sus novelas en lugar de una presentación de su libro, señala que 'La Gloria', de Tiziano, el impresionante cuadro que se encuentra a la entrada del Museo, "debe entenderse literalmente como un umbral mandado crear por Carlos V en persona para que su espíritu accediera más rápidamente a la vida eterna".

Sin embargo, la ruta llega a su punto más álgido cuando se sitúa frente a la obra de Rafael, 'La Perla'. "No es la más majestuosa", señala Sierra, pero frente a ella conoció a su Sócrates, de quien dice espera volver a ver, o al menos, no haber sido el único a quien ha enseñado a 'leer' los cuadros.

Javier Sierra logra transmitir desde los vacíos y silenciosos pasillos del Prado las ancestrales enseñanzas que atesoraban los pintores del Renacimiento. Para ello, anima a acudir al Museo, pero "no a verlo, sino a sentirlo".

"El Prado es una vida, no un instante", concluye.

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