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TRADICIONAL CITA VERANIEGA

Daniel Barenboim reconquista la Plaza Mayor de Madrid

El director argentino volvió a actuar en la capital por séptimo año consecutivo. Lo hizo al frente de la multicultural orquesta West-Eastern Divan.

Fiel y cumplidor, el director argentino Daniel Barenboim no falló esta noche a su tradicional cita veraniega con Madrid, donde por séptimo año consecutivo volvió a actuar al frente de la multicultural orquesta West-Eastern Divan.

Estaba feliz Barenboim y se le notaba. Declarado entusiasta de la Plaza Mayor, el director se congratuló de regresar a su espacio fetiche tras el destierro del año pasado en el escenario Puerta del Ángel, donde la falta de aforo provocó que muchos espectadores tuvieran que ver el concierto a través de una pantalla gigante.

Las cuatro paredes que cierran la céntrica plaza capitalina tienen algo especial para Barenboim, al que incluso se le vio más suelto y relajado que en su anterior visita a la Villa y Corte. Todo un logro, habida cuenta de su carácter extremadamente afable.

Unas 6.000 personas acudieron a este espectáculo, gratuito, con el que Barenboim lanza al mundo su particular mensaje de concordia y entendimiento, todo a partir de una orquesta que engloba a jóvenes músicos españoles, palestinos, israelíes, sirios, libaneses o egipcios.

El repertorio, que en 2009 se dividió entre "Les Préludes" de Franz Liszt y la "Sinfonía fantástica" de Hector Berlioz, dio paso esta noche a dos sinfonías de Ludwig van Beethoven, la sexta y la séptima.

BEETHOVEN, PROTAGONISTA

A lo largo de sus cinco movimientos, la "Sexta Sinfonía", también conocida como "Pastoral", evocó bellísimas escenas ligadas a la naturaleza. No por nada Beethoven la subtituló "Recuerdos de la vida campestre".

De ritmo tranquilo y pausado, pero con ciertos arrebatos poderosos, la "Sexta Sinfonía" es una de las raras incursiones de Beethoven en la música programática, un género que trata de evocar escenas a partir de distintas emociones auditivas.

Del Allegro ma non tanto al Allegreto, pasando por el Andante molto mosso, el Allegretto y el Allegro, la West-Eastern Divan escenificó una hermosa paleta sonora que tan pronto recorría praderas como se sentaba a descansar junto a un arroyo cristalino.

Tras un breve receso para afinar los instrumentos, Barenboim y sus músicos retomaron su actividad para atacar la "Séptima Sinfonía", dividida en cuatro movimientos y caracterizada por ritmos inopinadamente alegres.

Compuesta por Beethoven para un concierto benéfico que tuvo lugar en 1813, esta sinfonía, de corte más clásico, es la reacción vivaz y enérgica del genio alemán frente al recorte de la libertad con que amenazaba el avance inexorable del ejército napoleónico.

El brío de las flautas, los clarinetes y los oboes deleitó a un respetable que acompañó la sinfonía con indisimulado entusiasmo, dejándose llevar por la sólida ejecución de una orquesta que no acusó en ningún momento la bisoñez de sus componentes.

Una ovación de casi cinco minutos reconoció el desempeño de la orquesta y, en especial, de Barenboim, que este año celebra el sexagésimo aniversario desde que debutara como director en su Buenos Aires natal.

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