Investigación CSIC
Descubren las moléculas más grandes del espacio a 500 años luz
Científicos del CSIC lideran el descubrimiento de las moléculas más grandes halladas en el espacio. Las dos moléculas se han localizado en una nube interestelar fría en la constelación de Tauro, a unos 500 años luz.
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Un equipo internacional liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha detectado las moléculas más grandes halladas hasta ahora en el espacio. Se trata concretamente de dos moléculas que constan de 21 átomos cada una y han sido localizadas en la nube interestelar fría TMC-1 a 500 años luz.
Los resultados obtenidos han sido publicados en la revista científica Astronomy & Astrophysics, unos datos que aportan nuevas líneas para entender la gran complejidad química del Universo.
La nube interestelar TMC-1 (del inglés Taurus Molecular Cloud) está situada en la constelación de Tauro, a 500 años luz aproximadamente y es una de las más cercanas para observar la formación de estrellas.
Para este descubrimiento se ha utilizado el radiotelescopio de 40 metros del Instituto Geográfico Nacional (IGN) situado en el Observatorio de Yebes (Guadalajara) y supone un paso importante para el conocimiento de la composición química de esta región de formación estelar.
El origen de la vida en el espacio
El equipo de investigadores científicos ha identificado dos compuestos cianados (moléculas orgánicas que contienen grupos cianuro en su estructura) derivados del hidrocarburo policíclico aromático (PAH por sus siglas en inglés) acenaftileno (C12H8). Los PAH, cuya estructura está formada por anillos de carbono e hidrógeno, se encuentran de forma natural en sustancias como el carbón o la gasolina. Se considera que estas moléculas podrían ser uno de los pilares sobre los que se basaría el origen de la vida en el espacio.
Un exhaustivo análisis de las constantes de rotación derivadas (transiciones entre los niveles de energía rotacional o de giro de estas moléculas) ha permitido al equipo de científicos centrarse en moléculas más grandes que el naftaleno (formado por 10 átomos de carbono y 8 de hidrógeno), pero más pequeñas que el antraceno y el fenantreno (que constan de 14 átomos de carbono y 10 de hidrógeno, respectivamente, fusionados en tres anillos de benceno). El proceso empleado por los investigadores, basado en detectar todas las líneas rotacionales de esas moléculas, garantiza sin ninguna duda, la identificación inequívoca con respecto a otras técnicas que emplean métodos estadísticos.
“Estos resultados apoyan un escenario en el que los PAH crecen en nubes frías a partir de anillos de carbono fusionados de cinco y seis átomos de carbono y no sólo de seis, como se creía hasta ahora”, destaca José Cernicharo, investigador del CSIC en el Instituto de Física Fundamental (IFF-CSIC).
Las identificaciones moleculares de este equipo han sido posible gracias a los cálculos de química cuántica, la síntesis química de estas moléculas y el estudio espectroscópico en el laboratorio. “En el espectro, las moléculas parecían responder en frecuencias de moléculas con electrones desapareados, que denominamos radicales, pero sólo era en apariencia, sólo se camuflaban, lo que hasta ahora dificultaba su detección”, precisa Cernicharo.
El proyecto Quijote
Los resultado y conclusiones del hallazgo de estas grandes moléculas se enmarcan en el proyecto Quijote, cuyo objetivo desentraña la complejidad química de una nube interestelar fría, y que ha permitido proporcionar el descubrimiento de más de 90 especies moleculares en los últimos cuatro años. Uno de los resultados más destacados de esta colaboración ha sido el descubrimiento, mediante el método estándar de la detección línea por línea, de una gran cantidad de hidrocarburos puros con abundancias muy altas.
Recordemos que el proyecto Quijote, liderado por el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) ayudará a la comprensión de los procesos energéticos que tuvieron lugar en el nacimiento del Universo.
Este proyecto cartografía la estructura del campo magnético de la Vía Láctea. Está ubicado en el Observatorio del Teide, en la isla de Tenerife, compuesto por dos telescopios que observan el cielo desde el dominio de las microondas (10-40Ghz) desde que inició sus observaciones en el año 2012.
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