Las manos de estas mujeres calan con destreza porque llevan toda una vida calando, dedicado miles de horas a esta actividad artesana. Cuando eran jóvenes lo hacían para ayudar a la economía familiar. Hace años en la Villa de Ingenio el calado fue el sustento de muchas familias.
Ahora este arte no da para comer, pero las integrantes de esta Asociación de Caladoras quiere reivindicar la importancia de esta tradición, un trabajo, que como ellas dicen, no se paga con dinero. Con los años su trabajo se ha ido diversificando.
Porque hace años que introdujeron el calado en las prendas de vestir. Vestidos que sin duda son verdaderas obras de arte.