La huida del acusado hacia Madrid poco después del crimen encendió todas las alarmas. Lo detuvieron en una guagua a la altura de Valdepeñas cuando iba camino de Granada.
El acusado reconoció haber pegado con este cuerno a la niña. Sin embargo, insiste en que no agredió sexualmente a la hija de su amigo. Según él, es costumbre entre los coreanos escupirse en las manos antes de pegar a alguien, lo que explicaría la presencia de su saliva en los genitales de su víctima.