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Zinedine y Marianín

Las carreras paralelas de Zinedine Zidane y Mariano Rajoy analizadas por @norcoreano.

-Mariano Rajoy y Zinedine Zidane

Mariano Rajoy y Zinedine ZidaneAgencia EFE

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Dos carreras paralelas, dos vidas ligadas al éxito. Zinedine y Marianín, Marianín y Zinedine. Uno llegó como entrenador al Madrid en enero de 2016, sustituyendo a Rafa Benítez. Venía de perder contra la Roda en 2ª B, cogió un equipo hecho trizas y lo transformó en un equipo ganador, sin decirle en tres años una palabra a sus jugadores, a base de sonrisas. Aún hoy hay gente que duda de su título de entrenador, pero nadie de su flor.

El otro nació en Galicia. Como Zidane con el filial, venía con fama de ‘loser’ tras haber perdido dos elecciones seguidas contra ZP. Su partido confió en él, decidió seguir apostando por el talento, y finalmente dio sus frutos. Se convirtió en presidente en 2011, desde entonces ha ganado tres elecciones de tres en sólo seis años. Ha superado dos ruedas de prensa en una pantalla de plasma, 60 casos de corrupción de su partido y una declaración como testigo en la trama Gürtel. Desde que él llegó, los equipos españoles han ganado 5 Champions de 7. Un innovador, el hombre que inventó la estrategia más efectiva para confrontar una crisis política: no hacer nada. La persona que inspiró a Netflix para crear el personaje de Frank Underwood en House of Cards.

Zinedine y Marianín, dos hombres cuestionados en sus comienzos, dos triunfadores. Dos leyendas que nos dejan con un día de diferencia, como Cervantes y Shakespeare, y que lo hacen habiendo sabido dejar la sucesión en manos del pueblo, de dos hombres que no distinguen el infinitivo del imperativo, que no distinguen un martes de un sábado noche, las de Pedro Sánchez y Guti. Dos hombres como nosotros.

Guti Hernández
Guti Hernández | Archivo

Pdro y Guti Haz, Guti Haz y Pdro. En sus manos queda la importante labor de llevar a España al siglo XXI, de cambiar la España de arroz caldoso por la España del sushi, de abrir las ventanas del país para que se escape el olor a Brumel. Es la hora del cambio, del cambio sensato.

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