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@NOROCOREANO

Playita, solecito y ensayito nuclear

Esto es lo que Norcoreano tiene que decir sobre el verano.

-Kim Jong-Un

Kim Jong-UnAgencia EFE

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El verano ya no es lo que era. Cuando era pequeño, los niños veíamos Los Vigilantes de la Playa por Pamela Anderson. Nos apasionaba que esa mujer, pudiéndose dedicar a cualquier cosa, dedicase su vida a salvar vidas en la playa. Intuimos ya en ella ese alma noble que más tarde dedicaría su tiempo a la defensa de los derechos de los animales. El 1 de julio, el uranio se cambiaba por gazpacho.

En esa época los niños nos manchábamos la camiseta con sandía y con la grasa de los coches a los que nos agachábamos a coger la pelota que se nos había colado. Olíamos a tarde aprovechada. El tercer día de piscina cambiabas la piel como un lagarto. Las familias se iban una quincena completa a la playa. Los vecinos del apartamento caían mejor que los del resto del año. Para ellos también eran vacaciones, hacía buen tiempo y no se madrugaba. La gente era mejor en verano. En las zonas del interior se comía en casa del que tenía piscina o alguna casita en el campo. Hasta cuatro grados de parentesco verticales y horizontales del dueño se juntaban los domingos en su chalet. Las casas de campo estaban amuebladas con muebles que iban desde el modernismo hasta el precámbrico. Te comías dos platos de lo que hubiese, uno por ti y otro por los niños de Ruanda. La sandía era la antelasala de la siesta. Si te quedabas en la piscina y entrabas al salón a a las cuatro de la tarde, te encontrabas con un grupo de ‘cadáveres’ con bañadores fosforitos, apilados unos sobre otros en sofás de sky mientras un ventilador con el cable pelado, una capa de polvo viscoso sobre el plástico y una parte de metal que chorreaba óxido, les apuntaba antes de girarse hacia ti y hacerte un gesto con las aspas de “Vaya panorama“. Lo que viene siendo el clásico apocalipsis cyberpunk

A la hora y media de comer ya salía tu abuela, preocupada por la desnutrición de la que se hablaba el telediario, a buscarte con una barra de pan y chocolate. Los publicistas aún no habían inventado la dieta mediterránea. Para los niños, que éramos de memoria corta, el colegio era una especie de calvario que habíamos tenido que pasar para llegar al Jardín del Edén, el verano. Lo más parecido a Twitter eran las filas de abuelas sentadas en la calle abanicándose.

Puedo aceptar que los tiempos cambien, que esos chalets ahora sean de Airbnb y que los abanicos ahora sean chorros de aire acondicionado, pero 2000 festivales de indie español con Izal y Love of Lesbian no son necesarios.

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