Inodoros en la cumbre

Mañana 27 de abril es una fecha histórica. Mañana a las 19:00 arranca la Cumbre de Reunificación de las Siete (CR7). Por primera vez desde el inicio de la guerra entre las dos Coreas, un líder norcoreano pisará suelo surcoreano. Será en la antigua aldea de Panjumon, en la Zona de Seguridad Conjunta. Una vez cruzada la frontera norcoreana avanzaré hacia la Peace House, el edificio que acogerá el encuentro.

En la Peace House me esperará Moon Jae-in, el presidente surcoreano. Hablaremos de la paz, de la reunificación, de las armas nucleares, de Cifuentes y de la Champions, y al finalizar la reunión plantaremos un árbol con tierra traída de las dos Coreas, en señal de confraternidad. Y ahí es donde todo lo que parecía perfecto ha empezado a hacer aguas y ha surgido un problema del que varios medios se han hecho eco. Repasando el planning con mi asistente he pensado: "¿Y si además de plantar un árbol me apetece plantar un pino?".

Resulta que como jefe de Estado soy lo que podríamos llamar ‘rey de un sólo trono’, no me gusta defecar en baño ajeno. Por un lado por puros excrúpulos, por otro porque las dietas de los dictadores son altas en gradas polisaturadas y el váter estándar es por norma general bajo y de poca capacidad de albergue.

Hasta ahí todo normal, un tío que no caga fuera de casa, seguro que como yo conocéis a más gente. El problema es que tocar poder inevitablemente te termina haciendo sibarita y estos años he adquirido otra costumbre un poco más extravagante: no repito nunca váter, ni siquiera el mío. Es una cosa que se la vi hacer a Beckham con los calzoncillos. Utilizo inodoros de un sólo uso. Por un lado ahorras agua no tirando de la cisterna, por otro lado lo que ahorras de agua te lo gastas en porcelana.

Esta pequeña manía resultó embarazosa en el comienzo de las negociaciones de la CR7 pero afortunadamente los vecinos del sur han sido comprensivos y ya han preparado un pabellón de baños precintados para el evento. Al final no somos tan distintos, todos los seres humanos tenemos nuestras manías. A ellos les gusta el flamenquito y la Cruzcampo, a mí ir de estreno cada vez que siento la llamada de la naturaleza.