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Visitamos la URJC con Cristina Cifuentes

@gerarodtc acompaña a la presidenta de Madrid a la Universidad Rey Juan Carlos.

-Cristina Cifuentes en la reunión del Comité Ejecutivo del PP de Madrid

Cristina Cifuentes en la reunión del Comité Ejecutivo del PP de MadridAgencia EFE

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Es, sin lugar a dudas, la protagonista de los últimos días en España. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, no está pasando por un momento fácil. Acorralada por quienes le piden explicaciones por su máster en la Universidad Rey Juan Carlos (recordemos que Cifuentes ha sido acusada de haber logrado el título consiguiendo notables sin presentarse, sin haber pasado por clase ni entregado el trabajo fin de máster), Cifuentes ha optado por un perfil bajo e introvertido para afrontar esta crisis. Una rueda de prensa desde una tele de plasma es lo más cerca que los medios de comunicación han estado de la popular política desde que estalló el escándalo. Un escándalo que la líder del Partido Popular niega rotundamente. Dado ese perfil introvertido por el que ha optado Doña Cristina Cifuentes, esto que les presentamos a continuación tiene un valor muy especial. Hemos acompañado a la presidenta de Madrid a la Universidad Rey Juan Carlos. Recorreremos con ella los pasillos de la que fue su casa, hablaremos del famoso trabajo fin de carrera y nos sentaremos a tomar un café con sus ex compañeros de clase.

Parking de la Universidad Rey Juan Carlos. Madrid. 12.30h

Un coche con lunas tintadas y una pegatina de la Comunidad de Madrid aparece con hora y media de retraso en el lugar acordado para la cita. Tras estacionar, una sonriente Cristina Cifuentes baja del vehículo oficial y saluda desde la lejanía mientras se acerca a paso ligero sujetando un bolso con la bandera de España y las iniciales C.C.

Cifuentes: Discúlpame, por dios, Gerardo. Habíamos quedado a las 11.00h pero me he plantado en la Complutense. Dios, qué cantidad de piojosos… Ya eso me había extrañado, pero luego, al ver que no llegabas, que no llegabas, he pensado, “¿Quién va a dejar tirada a la khaleesi de la política?” Y es entonces cuando he caído: coño, que esa no era mi universidad, que la mía estaba en la otra punta. Y un follón con el GPS para encontrarla, luego el chófer que tampoco sabía llegar hasta aquí, porque universidades ha visto pocas el pobre mío, conduce bien pero tiene menos papeles que una liebre… En fin, un jaleo, pero ya estoy aquí, que es lo importante.

Gerardo: No se preocupe, presidenta, ante todo le agradezco…

Cifuentes: Por favor, llámame Cristina. Hoy, visitando la que fue mi casa, no me siento como la líder carismática que soy, sino como aquella estudiante que quería comerse el mundo, esa soñadora de pelo largo y tatuada que no se conformaba con un no por respuesta ni con un ya veremos como opción. Eso me trasmite este lugar, es una vuelta a mis orígenes que me hacía buena falta en días tan difíciles como estos en los que, quienes me odian, quieren hacerme daño.

Gerardo: Bueno, pues… Me alegra que volver aquí le haga revivir todas esas sensaciones, señora Cifuentes. Si le parece bien, podemos ir entrando y le hago algunas preguntas.

Cifuentes: Sí, vamos para allá (Cristina Cifuentes comienza a caminar)

Gerardo: Ehm… por allí saldríamos a la autovía de Extremadura, señora Cifuentes.

Cifuentes: Ji ji ji, pues para allá entonces (da media vuelta) para ese edificio, cuántas horas ahí dentro, parece mentira…

Entramos junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid en un edificio con forma de cubo que ocupa el lugar más destacado del campus universitario de la URJC en Móstoles. Recorremos con ella sus pasillos mientras le hacemos la pregunta que mucha gente se hace en este momento.

Gerardo: Cristina, ¿por qué no enseña usted su trabajo fin de carrera y acaba con este debate que se ha creado en torno a su titulación?

Cifuentes: Te lo voy a explicar con un ejemplo, Gerardo. Mira, yo tenía un diario de pequeña cuando estaba en el colegio. Ahí apuntaba mis cosas. Qué chico me gustaba, a qué compañera tenía que despedazar para ser delegada de clase, lo normal… Mi madre siempre me decía, Cristina, hija, cuéntame qué escribes. Y yo le decía, no, mama, lo que yo escribo es mío, no tengo por qué enseñártelo. ¿Sabes? Desde siempre he tenido muy claro el concepto de lo privado.

Gerardo: Pero… un trabajo de fin de máster no es como un diario y si usted lo enseñase acabaría inmediatamente este debate público que asegura le hace daño como presidenta de la Comunidad.

Cifuentes: Si yo lo enseño ganarían los malos, Gerardo. ¿Qué sería lo siguiente? Oye, Cristina, enséñame tu casa. Enséñame el cuarto de baño a ver cómo tienes los azulejos o la mampara de ducha. ¿Me entiendes? Si yo enseño el trabajo de fin de máster estaríamos un paso más cerca de ser una dictadura comunista del pueblo y por principios no estoy dispuesta a eso.

Gerardo: Si es por privacidad, otra opción sería que enseñase simplemente el registro de entrega del TFM.

Cifuentes: ¿Sabes quiénes les pedían continuamente papeles a otros?

Gerardo: ¿Quiénes?

Cifuentes: Los nazis. Y luego les marcaban sus casas con una equis.

Gerardo: Bueno. Veo que lo tiene usted bastante claro. Si quiere seguimos paseando. Me gustaría que fuésemos a la cafetería, le tenemos preparada una sorpresa.

Cifuentes: Qué ilusión, sí, vamos a la cafetería. Cuántas horas de charla, preparando trabajos, con los compañeros criticando a los profesores ji ji ji. Venga, vamos. (Tras veinte minutos subiendo y bajando escaleras, el chofer y guardaespaldas de la presidenta de la Comunidad de Madrid pregunta a unos chavales por la cafetería y muy amablemente nos indican cómo llegar)

Cifuentes: Bueno, bueno, bueno, ya estamos aquí por fin, qué recuerdos. Mira, ahí está… el hombre que lleva la barra de la cafetería. Con su calva y su bigote… sigue todo igual, parece mentira.

Gerardo: Bien, Cristina. ¿Ve aquel grupo sentado en la mesa del fondo?

Cifuentes: Sí.

Gerardo: Pues son los alumnos que cursaron el máster el mismo año que usted, son sus compañeros de clase, nos hemos citado aquí con ellos para darle una sorpresa con este reencuentro.

Cifuentes: Qué alegría me das, Gerardo, vamos a saludarlos, por dios.

Nos acercamos a la mesa y comienzan las presentaciones.

Marta: Hola, soy Marta

Cifuentes: Cómo estás Marta, sigue todo bien?

Marta: Ehmmm… sí, sí, todo bien.

Carlos: Carlos, encantado de saludarla, presidenta.

Cifuentes: Pero Carlos, por favor, tutéame, que somos compañeros…

Carlos: Bueno, encantado de saludarte, Cristina.

Cifuentes: Siempre tan tímido Carlos. ¿A qué te dedicas ahora?

Carlos: Sigo siendo profesor del máster…

Cifuentes: Don Carlos, no le había reconocido, ¡está usted jovencísimo! Me alegra muchísimo verle tan bien.

Carlos: Ehm… muchas gracias, presidenta.

Celia: Yo soy Celia.

Cifuentes: ¡Mi querida Celia! Venga un abrazo. Son tantas anécdotas con Celia que no sabría ahora decirte… mae mía, mae mía, qué de tiempo, Gerardo, muchas gracias por este regalo. Las épocas de estudiante la marcan a una de un modo muy especial y…

Mientras Cristina Cifuentes habla, el chofer y guardaespaldas de la presidenta le dice algo al oído a Celia mientras le agarra el brazo.

Celia: Una vez nos quedamos encerradas en el ascensor, creo que cuando veníamos de entregar el TFM.

Cifuentes: Ji ji ji, es verdad. ¿Cómo te acuerdas, Celia? Qué memoria prodigiosa, no me extraña que te dediques a…

Celia: Atención al cliente de una compañía telefónica.

Cifuentes: Claro, saberte todas las tarifas, acordarte del nombre de cada cliente… Un mundo. Una memoria prodigiosa siempre la querida Celia. Chicos, me alegro muchísimo de veros a todos, es un placer reencontrarme con mis compañeros y por supuesto con mi profesor, mi querido…

Carlos: Carlos.

Cifuentes: Mi querido Carlos. Esto me llena de fuerza para seguir trabajando por vosotros, los madrileños…

Celia: Yo soy de Huesca, me vuelvo ahora en el AVE de las 15h…

El guardaespaldas de Cifuentes fulmina con la mirada a Celia.

Celia: Pero tiene usted muy bien Madrid, enhorabuena.

Cifuentes: Gracias, querida Celia, gracias Gerardo, por este regalo. Nunca lo olvidaré. Y ahora, os dejo, que tengo que ir al despacho a seguir combatiendo la corrupción y trabajando por los madrileños y madrileñas. Un fuerte abrazo a todos.

Gerardo: Muchas gracias por su tiempo, señora Cifuentes.

Cifuentes: Perdón, ¿la salida?

Celia: Por aquellas escaleras.

Cifuentes se despide formando un corazón con sus dedos índice y pulgar.

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