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Vargas Llosa, la fiesta

Vargas Llosa, la fiesta

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El premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, cumplió ayer 80 años y lo celebró por todo lo alto con una fiesta en el lujoso hotel Villa Magna de Madrid. Cuatrocientos selectos invitados, entre los que se encontraron personalidades destacadas de los ámbitos de la cultura, la comunicación o la política. Ante tal desfile de celebridades en esmoquin y vestido de gala, las medidas de seguridad fueron enormes, así que Lío Pardo, como el resto de medios, se quedó fuera de la fiesta. Hoy saludamos al protagonista de la selecta velada. Gerardo: Buenos días, señor Vargas Llosa. Esperemos no haberle hecho madrugar demasiado después de la fiesta de cumpleaños de anoche. Vargas Llosa: Aniversario de mi nacimiento –Mario Vargas Llosa saca un sobre de Ibuprofeno del bolsillo, lo abre y vuelca su contenido sobre un vaso de agua. Gerardo: ¿Perdón? Vargas Llosa: Uno celebra su cumpleaños si es mecánico de coches, repara ascensores, es vendedor de fruta o comercial del Zara. Si uno es premio Nobel de Literatura, un referente cultural de su siglo, lo que celebra es el aniversario de su nacimiento, hijo, y no levante tanto la voz, que es de poca categoría y da dolor de cabeza. Gerardo: Bien. Qué tal fue entonces esa fiesta, ¿cómo vivió el… aniversario de su nacimiento? Vargas Llosa: Fue una gran suerte para mí haber podido acudir a la fiesta de aniversario de Mario Vargas Llosa, más aún siendo yo mismo el propio Mario Vargas Llosa. Fue extraordinaria la coincidencia entre ambos hechos y poder vivir en primera persona un momento histórico de tal calibre fue sobresaliente –El premio Nobel remueve el ibuprofeno con la cucharilla. Gerardo: (…) Vargas Llosa: No enmudezca impresionado ante la historia viva, hijo. Repóngase y deje claro en su entrevista que lo de anoche fue como ver a Lincoln aboliendo la esclavitud con sus propias manos, siendo uno el propio Lincoln, como asistir a un concierto de año nuevo de la Sinfónica de Viena, siendo uno todos los componentes de la sinfónica a la vez, como… Lo de ayer fue como un toro. –Mario Vargas Llosa bebe de un trago el ibuprofeno disuelto en agua. Gerardo: ¿Ha dicho como un toro? Vargas Llosa: Así es, hijo. –El Nobel pone cara de amargor tras beber el Ibuprofeno en sobre. Gerardo: Bueno, desde luego parece usted entusiasmado con cómo salió todo. Vargas Llosa: Fue extraordinario. Las fiestas de Isabel nunca fallan. Gerardo: Disfrutaría mucho ella viéndole feliz a usted, ¿verdad? Vargas Llosa: Exceptuando el incidente con Ana Botella, todo fue extraordinario. Gerardo: ¿El incidente con Ana Botella? Vargas Llosa: Verá, hijo, debe usted saber que cuando hay una fiesta de esta categoría, uno no puede ir por ahí contando intimidades como una maruja de tres al cuarto, aquello fue una reunión de celebridades, de gente de la más alta categoría humana y profesional, pero vamos, que la Botella le manchó el vestido a propósito. Gerardo: ¿Ana Botella le manchó el vestido queriendo a Isabel Preysler? Vargas Llosa: Cómo de cotillas sois la gente de a pie. Este es uno de los grandes problemas que tiene España, la envidia y el desquicie moral de querer meterse donde a uno no le llaman. Eso es de muy poca categoría, hijo. Pero vamos, que la tiparraca le restregó queriendo con el Ferrero sobre el vestido blanco. Gerardo: Bueno, no quiero ser cotilla, como usted dice, así que me gustaría preguntarle por su horizonte profesional. ¿Cuándo uno cumple 80 años, cómo afronta profesionalmente…? Vargas Llosa: Ella se puso en plan “Isabel, con Ferrero nos has conquistado, pero te he manchado sin querer, que me ha empujado Felipe González, que como va como las Grecas”, pero en realidad todos vimos la cara de envidia con la que miraba el elegantísimo vestido de Isabel desde que entró por la puerta del Villamagna. Gerardo: Ha dicho que Felipe González… Vargas Llosa: A Isabel se le pasó encargar canapés. Sólo había Ferrero para conquistarnos a todos. Y al tercero ya empacha. Así que el champagne subió bastante. Felipe se puso un poco agresivo, especialmente con aquel camarero con coleta al que zarandeó, pero conseguimos sujetarlo y la velada siguió de manera extraordinaria. Gerardo: En realidad por lo que me cuenta, quizá la fiesta no fue tan, tan extraordinaria, ¿no, señor Vargas Llosa? Vargas Llosa: ¿Pero qué carajo dice este cachimbo? ¿En qué momento se jodió el Perú? ¿Pretende quitarle categoría al aniversario de mi nacimiento? -Mario Vargas Llosa apoya su frente sobre la mía y extiende hacia atrás su brazo derecho y agarra el vaso del ibuprofeno mientras se muerde la lengua. Gerardo: No, no, para nada pretendía eso, sólo reflexionaba sobre lo que usted me contaba, pero si le ha molestado… –Mario Vargas Llosa aleja su frente de la mía, se coloca bien el pijama esmoquin y hace un gesto a su personal de seguridad para que me acompañe a la salida.

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