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A tope con España de mierda en Eurovisión

Gerardo Tecé explica por qué va a tope con Amaia y Alfred en Eurovisión.

-Amaia y Alfred en Lisboa

Amaia y Alfred en LisboaGTres

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Ya me han liado. Y mira que me pillaba lejos el boom de Operación Triunfo. Ni siquiera este año, en el que todo el mundo se había vuelto a flipar con el programa, había visto nada. No tenía ni idea. Cero. Libre. Sin trazas de triunfitos. Iba yo feliz por la vida, contento, dando saltitos. Mientras mi relación con la música era leerme el libro de Eric, el batería de Los Planetas, alguien me decía “pues este año está muy bien, porque son una generación que normaliza mucho el tema de la identidad sexual, blablablá, aire fresco, blablabla”. Y yo: “que sí, que vale, que muy bien, que yo me alegro, ojalá sean chavales muy felices en su vida”. Libre como un pájaro. No me sabía ni un solo nombre de concursante.

Pues nada. A tomar por culo. Ahora estoy a tope con Amaia Romero Arbizu (Pamplona, 1999) y Alfred García Castillo (El Prat de Llobregat, 1997), pareja y residentes en Portugal estos días, donde preparan la final de Eurovisión del próximo sábado. Eurovisión. Esa es otra. Mi relación histórica con Eurovisión es la siguiente: el año en el que fue Rosa de España con aquella basura de “Europe is living a celebration”, yo iba a muerte con Letonia, creo. Unos años después fui a muerte con España gracias a Chikilicuatre. No pudo ser. La de este año será mi tercera edición de Eurovisión y voy a tope con Amaia y Alfred. ¿Por qué? Porque soy rebelde porque el mundo me hizo así, digo yo.

Resulta, ya lo sabréis, que el 23 de abril, Sant Jordi, el chico catalán llamado Alfred le regaló a su novia Amaia una flor y un libro. Como la flor no era un girasol, ni nada con hojas de color amarillo, la cosa se quedó en anécdota, no fue a mayores. Pero el libro… ¡ay el libro! Resulta que, sin consultarlo con la Fiscalía ni el ministerio de Interior, el chico decidió por su puta cuenta, de manera unilateral, regalarle a Amaia “España de mierda”, una novela del cantante, para colmo catalán, Albert Pla.

La novela, escrita en 2015, no me la he leído, pero al parecer, hasta antes del 23 de abril iba de lo siguiente: Raúl Gadea, un joven cantante uruguayo, y Tito, su representante y habitual del Madrid de Lavapiés, se embarcan en una gira de conciertos por varias ciudades españolas. En su viaje, viven episodios surrealistas, desde Galicia a Andalucía. Inician un camino de Santiago a la inversa que les lleva al final a pasar por Madrid, Cantabria, País Vasco, Cataluña, León y Murcia. Y, en ese periplo narrativo, Albert Pla recurre a ciertos tópicos regionales para hacer humor.

Desde el pasado 23 de abril, cuando medio país se enteró de que Albert Pla y esta obra suya existían, la novela va de lo siguiente: odiar a España muy fuerte. Así que, claro, se ha liado. Gente moderada como los de Hazte Oír, Carlos Herrera, o el nota que grita maricones por mi calle mientras rompe botellas contra la pared, han criticado que este chaval de 21 años le regale a su novia de 19 un libro con ese título, pudiendo haberle regalado algo más normal, como la autobiografía de Aznar o una suscripción a La Razón.

El chico grabó un vídeo explicándose, que, en resumen, venía a decir algo así como “Oye, ¿pero vosotros sois imbéciles o qué os pasa? Es un libro que le regalo a mi novia porque me da la gana y porque me gusta Albert Pla. Para colmo, ella, lejos de entender la gravedad de la situación que nos coloca en un lugar delicado como nación, bromeó sobre el asunto. Por supuesto, España no ha defraudado y ya se han recogido firmas para que la dirección de RTVE haga lo que haría “cualquier país normal” y expulse a estos dos de Eurovisión por tener ese libro entre sus manos. En Arabiavisión no se atreven… Eso por tenerlo entre manos. Si se lo leen, lo suyo sería que entrase la Audiencia Nacional directamente en el asunto.

Ya se ha promovido incluso un boicot contra la gala final de Eurovisión: “el próximo sábado apaga la tele y ve contra España para demostrar que eres español”. No se veía tanto enfado desde que alguien combinó el azul y el rojo en la camiseta de la selección, provocando brillos morados. Estas cosas a mí me encantan, porque ahora podré disfrutar a tope de España, en el mundial y en Eurovisión, como se disfruta del cine un martes por la mañana: sin aguantar a tontos. ¡Arriba España de mierda!

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