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Querido ofendido

Carta abierta de Gerardo Tecé a los ofendidos.

-Twitter

TwitterGetty Images

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"A mí la libertad de expresión me parece bien, siempre que no ofenda a nadie". Esta frase la he tenido que escuchar yo con mis propias orejas. Lo juro. Tenía al tío que la dijo delante y aún me arrepiento de no haberme ido en aquel momento a una comisaría a denunciarlo o haberme tomado la justicia por mi mano. Porque es una frase que me ofende, de verdad. Y mucho. Es una falta de respeto gravísima a las matemáticas. Vamos a ver, angelito: somos 7.500 millones de habitantes en la Tierra. 7.500 putos millones de personas con sus puñeteras opiniones, sus circunstancias, sus ideas y sus idioteces distintas. ¿De verdad pretendes que no haya alguien que se ofenda cuando das los buenos días? ¿De verdad? ¿Te parece que no es ofensivo decirle buenos días a alguien que la noche anterior no pegó ojo por el café que se tomó a las 7 de la tarde? ¡Toda la noche comiendo techo! ¿Que no pretendías ofender? Y qué más da, si lo has hecho, si lo importante es eso de “siempre que no se ofenda nadie”. Pide perdón, anda. Y largo de aquí. Buenos días, buenos días… Un camión te tenía que atropellar. Esto puede parecer absurdo, pero partiendo de esta escena podemos catalogar la especie del ofendido en cuatro tipos.

Tipo 1. Ofendido natural. Todos podemos ofendernos en un momento dado, esto es natural, no intentes reprimirlo o negarlo, porque no eres una máquina, sino un ser humano. No pasa nada. No existe la persona inofendible. ¿Existe esta palabra? ¿Veis? Puede que acabe de ofender a un señor mayor de la RAE. No existe esa persona impermeable a todo tipo de ofensa, sólo hay distintos niveles de tolerancia a lo que el otro dice. Pero si, en general, tu reacción es pasar del tema y entender que, bueno, el otro puede considerar que son “buenos días” y dejas estar el asunto aunque por dentro tengas ganas de asesinar a quien tiene la cara hinchada de dormir, enhorabuena. Tienes un buen sistema anti ofensas.

Tipo 2. Ofendido pedagogo. Un paso más allá del ofendido natural encontramos al ofendido pedagogo. Ese que se te acerca y te dice, “disculpe, pero buenos días lo serán para usted, yo no he pegado ojo porque me tomé un café a las 7 de la tarde y encima ahora tengo una reunión con mi jefe, así que no generalice”. Es una especie muy extendida, todos hemos estado ahí alguna vez, de un modo u otro. Tranquilo. Es normal. Simplemente intente bajar la dosis de ofendiditis y haga vida normal.

Tipo 3. Ofendido disculpitas. Bufff! Entramos en terreno resbaladizo. El ofendido disculpitas, menudo espécimen. Todos hemos sido este tipo de ofendido en algún momento, aunque no es sano. Después de explicarle al vecino que no son tan buenos días por el maldito café de las 7 de la tarde y la reunión con el jefe y blablablá, el disculpitas exigiría una disculpa por el saludo mañanero. “No, no, le exijo que me pida disculpas porque usted me ha ofendido”. Si tu caso es el del disculpitas, revísatelo. No por ti, sino por lo demás. Es muy pesado para el resto.

Tipo 4. Ofendido ISIS. La cosa se pone explosiva. Si eres de los que cree que hay que encarcelar/multar/juzgar a alguien por lo que ha dicho, escrito o cantado, porque te resulta ofensivo, es porque vives en España. Si vivieras en otro lugar, estarías de acuerdo con la lapidación por ofender a alguien, por ejemplo. Eres un miembro del colectivo ofendido tipo ISIS. Lo único que te separa de aplaudir que se le corte un cuello o de cortárselo a alguien es el entorno, pero su predisposición al castigo contra el que le molesta es la misma. Si pudieras, te pondrías un cinturón de explosivos e intentarías juntar en la misma sala al de los buenos días, al que te sirvió el café y a tu jefe. Si este es tu caso, estás como una regadera. Y que me disculpe el colectivo de los jardineros.

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