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Entrevista a Mario Conde: "El aparato opresor viene a por nosotros"

Entrevista a Mario Conde: "El aparato opresor viene a por nosotros"

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Tras pasar varios días detenido Mario Conde es puesto en libertad a la espera de juicio. Impecablemente trajeado, Mario Conde mira serio su Rolex dorado y asiente levemente con la cabeza al comprobar que ha llegado puntual a la cafetería del Hotel Ritz, lugar donde me cita. “El café en otros sitios es tercermundista”, me explica Mario Conde cuando le pregunto por teléfono si no conoce otro sitio más baratito donde citarnos para la entrevista. Gerardo: Buenas tardes, señor Mario Conde. Mario Conde: Será para las clases dominantes. Gerardo: ¿Cómo dice? Mario Conde: Que para los parias del mundo no es buena tarde precisamente. Vienen a por nosotros. Gerardo: Explíquese. Mario Conde: El aparato opresor del poder entró en mi casa sin previo aviso para intentar quitarme lo que generé con mi plustrabajo. Tshhh, tú, panchito, ponme un café kopi luwak –Mario Conde se dirige al camarero del Ritz- ¿Tú qué quieres? Gerardo: Yo un cortado. Mario Conde: El kopi luwak es como un excremento de mono de Indonesia, ¿sabes? Es carísimo pero le da al café un toque colonial que lo diferencia… Gracias, panchito. ¿Por dónde íbamos? Gerardo: Me hablaba del aparato opresor. Mario Conde: Cierto. En mi etapa dirigiendo Banesto yo, como director puse la fuerza de trabajo en dirigir aquello y ahora los poderosos se quieren quedar con la plusvalía. Pero por los cojones. Antes morir de pie que vivir siempre arrodillado, camarada. Gerardo: Me he perdido. Mario Conde: Deberías leer un poco a Marx, hijo. Ahí está todo. Gerardo: Creo que está usted un poco confuso, supongo, o traumatizado por todo esto. Esto no tiene nada que ver con Marx. A usted lo han detenido por intentar traer a España el dinero que robó hace décadas, cuando presidía Banesto, un dinero que tenía escondido en Suiza. Mario Conde: Mira, niñato –Mario Conde se ajusta el nudo de la corbata, se coloca bien los gemelos dorados y pasa la mano derecha por su pelo engominado- no te pego una hostia porque con todo el tema este de la opresión me ha dicho mi equipo de abogados que no me meta en problemas, pero a ti te metía yo en una checa para que aprendieras de materialismo histórico y a respetar la lucha obrera. Gerardo: Ehhm… Mario Conde: Yo no robé nada en Banesto, ¿te enteras? Gerardo: ¿Entonces por qué ha sido detenido? Mario Conde: Por ser el impulsor del 15M. Gerardo: ¿Cómo? Mario Conde: No nos representan, que no… – Mario Conde canturrea- ¿ves? Los de arriba vienen a por nosotros, los de abajo. Nos obligan a emigrar. Don Mauro, un vecino de cuando yo era un niño y vivía en Pontevedra ya en aquella época tuvo que irse a trabajar a Suiza y ahora a mí me ha pasado lo mismo. Gerardo: Pero usted vive en un chalet en Madrid. Mario Conde: Si no es a nosotros, hacen emigrar a nuestros ahorros. Yo digo basta ya. A mí no van a callarme. Gerardo: Entonces reconoce que tenía dinero “emigrado” – hago el gesto de entrecomillar con los dedos. Mario Conde: No hagas eso de entrecomillar con los dedos, qué rabia da eso, por dios. Gerardo: Asiento con la cabeza dándole la razón. Mario Conde: Tuve que esconder el jornal que me saqué arando Banesto, lógicamente. La oligarquía hubiera venido a por él, Don Mauro antes de emigrar también escondía el jornal en el colchón. Gerardo: ¿Don Mauro creó una red de 40 empresas para gestionar 14 millones de euros escondidos en el colchón? Mario Conde: La cifra es lo de menos. Lo importante es quienes somos. Y Mauro y yo, me cago en la hostia, éramos y somos los parias de la tierra– Mario Conde se levanta, se pone en pie sobre la silla fernandina sobre la que estaba sentado, levanta el puño y me invita a cantar con él la Internacional en la cafetería del Ritz. Allí lo dejo cantando la letra, que se inventa en algunos párrafos y me voy, no sin que antes me grite desde lo alto de la silla fernandina que tengo que pagar yo. Cuando el camarero me pasa la factura y veo el precio del café de caca de mono, le pregunto si se puede pagar con tarjeta.

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