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Cuando la operación bikini fracasa

Cuando la operación bikini fracasa

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Acabamos de entrar en esa época del año en la que cualquier día te puedes ver abocado a un “¿oye, pasamos el fin de semana en la playita, ahora que hace bueno y no hay mucha gente?”. No te asustes. Coge una bolsa, siéntate, ponte la bolsa en la boca, inspira y espira despacio. Sí, estamos a mediados de mayo y un año más la Operación Bikini te ha pillado con un Donut en la mano. Cuando quieras darte cuenta tus lorzas serán Trending Topic en bañador ante el espejo. Ya no intentes escapar, es tarde. Pero tranquilo, no todo está perdido. Desde Lío Pardo traemos soluciones. Ante los problemas, Pim Pam Propuesta. Evita tener que ir a la playa. Cuando te propongan ese fin de semana, o peor aún, ese alquilar un apartamento durante quince días en la playa, es importante que inmediatamente hables de los beneficios de la montaña y los peligros de la costa. Para que no se te noten demasiado las intenciones debes hacerlo deslizando sutilmente conceptos como medusas, vertidos petrolíferos, masificación de sombrillas, quemaduras en la piel o ahogamientos, por un lado, y por otro, conceptos como ciervos, mariposas, Heidi, tranquilidad o aire puro. Si esto no surtiera el efecto deseado y el empeño por ir a la playa continuase, recomendamos trabajar lo subliminal mediante la proyección de películas. “¿Oye, te apetece ver la de Lo Imposible?, La del tsunami en la playa en el que murieron miles de personas”. Si la respuesta fuese “la vi hace poco”, recomendamos reaccionar rápido. “Mira, tengo aquí un clásico que seguro que no ves desde hace años: Tiburón”. Todo el tiempo posible dentro del agua. Si todo lo anterior no te sirviera de nada y tú y tus lorzas os vieseis a pesar de todos los esfuerzos en mitad de una playa, entramos en zona de soluciones drásticas. ¿Recuerdas todo lo que criticaste las medusas, la arena que se te mete por el bañador, las quemaduras, etc? Bien. Pues llegados a este punto debes cambiar tu discurso al siguiente: “me encanta estar dentro del agua”. Dentro del agua es el único lugar de la costa en el que tus lorzas no se ven. Si puedes, pásate esos 15 días de julio en la zona en la que el agua te llega a la altura del cuello. No juegues a las palas. El poco rato que pases fuera del agua, hazlo con camiseta amplia con la excusa de las quemaduras solares. Canturrea de vez en cuando alguna canción del Tote King por aquello de justificar las 4 tallas de más. Llegado el momento de jugar a las dichosas palas y poner a mover tus lorzas ante petados de gimnasio que empezaron la operación bikini en marzo, pero de 2002, saca tu baraja española. Cuando la mayoría prefiera paletas que cartas, defiende la idea de que hay mil juegos divertidos de cartas a los que jugar en grupo y que además, con altitud cero, es bueno entrenar el intelecto. Di que lo has visto en Discovery Channel para darle fuerza al argumento. Cuando todos se hayan levantado para irse a jugar a las palas, di en alto “pues hace tiempo que no jugaba yo un solitario, así que voy a aprovechar, mira qué bien aquí en la toallita”. Meter barriga. Lo de estar todo el tiempo en el agua, o escondido con camiseta puesta debajo de la sombrilla podría acabar llamando la atención sobre lo que pretendes ocultar. Y como todos sabemos la imaginación puede ser peor aún que la realidad. ¿Tan gordo estará el tío? Da un golpe maestro de imagen y credibilidad. Quítate la camiseta, respira profundo, mete barriga todo lo que puedas y acércate al lugar en el que el resto juega a las palas. Por capacidad pulmonar media tienes alrededor de 50 segundos para que completes la operación. Yo recomiendo que camines a paso ligero para no llegar al lugar palas ya sin aire y tener que respirar desvelando así tu secreto. Camina ligero, llega hacia el lugar donde están todos, señálate esa barriga impostada que quieres que todos vean y exhala las últimas palabras que puedas sin respirar. Algo breve del tipo: “arena en el ombligo”. Todos mirarán tu ombligo extrañados y como sólo te quedan 10 segundos de oxígeno en los que debes volver a refugiarte bajo la sombrilla como una liebre en su madriguera. Cuando hayas vuelto y nadie te vea, puedes volver a respirar.  De esos 50 segundos depende que tus argumentos posteriores se sostengan. Si todos piensan que esa era tu barriga real, cuando vuelvas a ponerte la camiseta no verán a un tío al que le cogió la Operación Bikini despistado con un donuts en la mano, sino a un rapero al que le encanta pasar horas en el agua y que está bien informado sobre los asuntos de salud de la piel. Las lorzas son tuyas. Y con mucho orgullo. Si todo lo anterior fallara, si en esos 50 segundos tuvieras que liberar barriga porque estás a punto de terminar con una sábana cubriendo tu cuerpo (¿se ha ahogado nadando? No, que va, ahí en la orilla de pie). Si de repente te entrase un arrebato de Nadalismo y quisieras ganar el puto Rolland Garrós a la orilla del mar, todos verían tus lorzas. ¿Y qué? Son tuyas, tus lorzas son tus colegas desde siempre y como los buenos colegas han venido a la playa contigo, porque tú no eres como esos gilipollas que dejan tirados a los amigos. Que vivan las lorzas. De hecho voy más allá. Playas a las que no esté permitido entrar sin lorzas. Más aún, que los fibrosos en verano se vayan por ley a la montaña. Más aún, a campos de concentración nazis en la montaña. Más aún…

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