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La historia bíblica de Onan, el que vertía en la tierra

La historia bíblica de Onan, el que vertía en la tierra

-Biblia

BibliaPixabay

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Como yo lo veo todo, sé de sobra que todos sois unos onanistas de mucho cuidado. Y como lo sé todo, de la misma forma os digo que la mitad no tenéis ni idea de lo que significa o de dónde viene esa palabra. Pues el onanismo es el llamado vicio solitario, el cinco contra uno, los trabajos manuales, tocar la zambomba... masturbarse, en definitiva. Recibe el nombre de onanismo en honor a uno de mis personajes de la Biblia favoritos, Onán, que aparece en el Génesis, pero por muy poco tiempo, porque me lo cargo en dos líneas. Cuenta el Génesis que había un hombre llamado Judá que tenía dos hijos: Er y Onán. Er estaba casado con una mujer llamada Tamar, pero dice mi libro que Er "fue malo a los ojos de Jehová y Jehová le quitó la vida". Ya sabéis cómo las gasto. Entonces Judá le dijo a su otro hijo Onán: "Llégate a la mujer de tu hermano y despósate con ella, y levanta descendencia a tu hermano". Es que en la Biblia yo establecí la norma del levirato, que establece que cuando se muere un tipo, su hermano debe casarse con su mujer, para que todo quede en familia. Pues resulta que va el listo de Onán y mirad lo que hizo: "Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano". ¿Que hice yo? Pues estaba claro: "Y desagradó en ojos de Jehová lo que hacía, y a él también le quitó la vida". Pensaréis que yo era un poco sanguinario, pero tened en cuenta que venía de exterminar a toda la humanidad con el diluvio, así que dos pringaos más tampoco es para tanto. Este episidio bíblico tan edificante dio lugar a la palabra "onanismo", y el pobre Onán quedó asociado a las pajillas, aunque yo creo que más bien a lo que se dedicaba era a la “marcha atrás”. ¡Pero ojo! Que este capítulo de la Bibia es más porno que las memorias de Nacho Vidal. Aquí no acaba la historia. Resulta que un buen día a Tamar, la viuda de Onán, le dio por ponerse en un camino, como si fuese una cualquiera, y su suegro Judá, que pasaba por allí, la confundió con una ramera y contrató sus servicios. Acordaron que él le enviaría un cabrito de su rebaño, y ella le pidió que mientras tanto, como señal, le dejase su báculo, su cordón y su sello, es decir, ¡el DNI de la época! Judá debía andar más caliente que el palo un churrero porque accedió. Pasado un tiempo, le informaron a Judá de que su nuera Tamar estaba embarazada, lo que era claro signo de fornicación, y éste dijo: "Sacadla y sea quemada". ¡Menos mal que Tamar guardaba los efectos personales de su acusador! Los mostró y gracias a eso se salvó. Tuvo gemelos, uno de los cuales se llamó Zara, como la marca de ropa. Y por supuesto, a Judá nadie le acusó de nada ni le quiso quemar, que para eso mi libro es bien machista. ¿Os ha gustado la historia?

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