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Juegos Olímpicos: así se pasó del culto de Dios al culto del cuerpo

Juegos Olímpicos: así se pasó del culto de Dios al culto del cuerpo

-Medalla de oro entregada en los Juegos Olímpicos de Río

Medalla de oro entregada en los Juegos Olímpicos de RíoGetty Images

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¡Como pasa el tiempo, incluso para un ser eterno como yo! Parece que fue ayer pero hace ya 25 años de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Muchas cosas han cambiado desde entonces, menos mi chalet de la ciudad condal, la Sagrada Familia, que sigue sin terminar. Los catalanes tienen fama de trabajadores, pero en solo seis días yo hice el mundo entero y ellos llevan ya más de un siglo y no la terminan. Hablando de las Olimpiadas, hoy os voy a contar una cosa que os sorprenderá. Si leéis la Biblia (vale, nadie la lee, pero yo aún sigo creyendo en los milagros), por la parte de los Libros de Los Macabeos, veréis que a mi Pueblo Elegido ¡le entró una vez la fiebre por el deporte y las Olimpiadas! Corría el año 175 antes de mí y la Tierra Prometida estaba en manos de la dinastía seléucida, que eran unos griegos descendientes de Alejandro Magno, el de la película de Angelina Jolie. Mi Pueblo Elegido estaba gobernado por un tipo llamado Antíoco IV “el Loco”, el cual decretó que todos sus súbditos sustituyesen sus tradiciones por las griegas. Le vendió el cargo de sumo sacerdote a un tal Jasón, que impuso el modo de vida griego a los judíos. Pasaron del culto a Dios, al culto al cuerpo, vuestra religión actual, y, aunque todavía no estaba de moda la plaga de los runners, fijaos lo que dice la Biblia que ocurrió: “Se atrevió a poner un gimnasio al pie de la ciudadela y obligó a llevar un sombrero llamado petaso a los jóvenes distinguidos. El estilo de vida griego y las costumbres extranjeras se impusieron, debido al impío y falso sacerdote Jasón, hasta tal punto, que los sacerdotes no se ocupaban del servicio del altar, sino que despreciaban el templo; no se preocupaban de los sacrificios y se apresuraban a tomar parte en las exhibiciones deportivas contrarias a la ley, tales como el lanzamiento de disco.” Eran los tiempos de los Juegos Olímpicos, pero de los originales. Ahora en lugar de rezar, le había dado a todo el mundo por hacer deporte. Y para colmo, totalmente desnudos. Como a los judíos les daba algo de vergüenza, dice mi libro que “se restituyeron los prepucios”, es decir, ¡se colocaban prepucios falsos para ocultar la circuncisión”! Fue el comienzo de la cirugía estética. ¡Y no solo eso! Instalaron una estatua de Zeus en el templo (hay quien dice que mi imagen actual, con barba y pelo largos es una copia del look de este dios griego), con lo cual mis celos ya no podían ser mayores, y realizaban procesiones en las fiestas de Baco, donde todos llevaban coronas de hiedra. Fijaos si fue grave la cosa que para hacerle la competencia a Baco, cuando en el Nuevo Testamento decidí bajar a la Tierra, tuve que dedicarme a convertir el agua en vino como él, y a semejanza de las coronas de hiedra, acabé con una de espinas. ¡Malditas Olimpiadas!

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