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@DIOSTUITERO

Exclusiva: Así fue mi juicio contra Willy Toledo

@diostuitero nos desvela en exclusiva lo que ha ocurrido en el juicio oral de Willy Toledo, que se cagó en Dios y en la Virgen María.

-El actor Willy Toledo

El actor Willy ToledoAgencia EFE

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Hoy hemos conocido la noticia del que el juicio a Willy Toledo por cagarse en mí sigue hacia delante. De la misma forma que yo transformaba el agua en vino, el juez ha transformado las diligencias previas en un procedimiento abreviado.

Como tengo la capacidad de ver el futuro, y en exclusiva para mis lectores de Liopardo, os traigo en exclusiva el mismísimo juicio oral, ¡en vivo y en directo!

Hay una gran expectación en la sala, y numerosos periodistas. En la sala de al lado se está produciendo otro juicio mediático, el caso de Amaia Montero contra Malú, con graves acusaciones de gordofobia por medio. También se aprovecha el lugar para rodar algunas escenas sorpresa de Gran Hermano VIP. “¡Le llamé maricón, pero era con cariño!”, se escucha unos metros más al fondo.

Pero vayamos a mi juicio, el que nos ocupa. El acusado ha sido traído a la fuerza por la policía, en medio de fuertes medidas de seguridad y un fuerte olor a incienso. Está más despeinado que de costumbre y echa espuma por la boca. El juez le enseña un crucifijo y le lanza agua bendita por la cara, lo que hace que su estado de agitación empeore.

Yo también he acudido, no quiero perderme detalle. Eso sí, me he colocado a una distancia prudencial de Willy y voy de incógnito, no quiero que cumpla sus amenazas defecatorias.

El fiscal comienza el interrogatorio: que si reconoce los hechos, que si ha sido muy malo, que si eso no se dice, niño, caca, caca, caca.

Willy comienza un discurso en favor de la libertad de expresión. Por primera vez en su vida dice algo coherente, no parece el Willy al que estamos acostumbrados en Twitter. De vez en cuando suelta alguna gilipollez de las suyas, pero continúa hilvanando ciertas frases repletas de lógica. Se reafirma en su postura y dice que España es una dictadura, no como Cuba. El juez le conmina a ser más breve: es un procedimiento abreviado y además en nada empieza la misa de las ocho, su favorita.

Willy dice que ya ha terminado. Pregunta dónde está el servicio. Todos nos tememos lo peor. -¡Es una trampa!, dicen mis abogados, unos tipos que no conozco de nada y que no recuerdo haber contratado.

En ese momento decido revelar mi verdadera identidad. Me transformo en el clásico madurito con barba blanca y túnica pasada de moda para que puedan reconocerme, refulgo un poco y, con un coro de ángeles de fondo, le meto reverb a mi voz: “Soy Dios, he venido a poner un poco de orden”. Willy se levanta, me da la mano y me dice: “Encantado de conocerte, pensé que no existías. Eso sí, no retiro lo dicho.”.

El resto de asistentes está postrado de rodillas y reza padresmíos en bucle. Se produce el momento decisivo: Willy y yo cara a cara. Nos miramos fijamente. Su ego es casi tan grande como el mío. Y también lleva barba. Me recuerda al chalado de mi hijo Jesús.

-”¿Nos vamos a Lavapiés y lo arreglamos con unas cervezas? - Le digo.

-Eso está hecho, pero te encargas tú de multiplicarlas.- me contesta.

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