Flooxer Now» Noticias

@BECARIA

La ridiculez de los estereotipos sexistas en la primera cita

Los estereotipos sexistas siempre son un ridículo y estos son los motivos.

Pareja teniendo una cita

Pareja teniendo una citaPixabay

Publicidad

Y en todas. Los estereotipos sexistas siempre son un ridículo, pero en la primera cita, más. Suena un poco trasnochado hablar a estas alturas de la diferenciación de características y roles preestablecidos según seas hombre o mujer, azul o rosa, inquebrantable o plañidera, pero pasan los años y ahí seguimos con la misma historia de colegio de monjas, aunque con diferentes filtros.

Cuando quedas con un extraño para pasar el rato, follar y marchar, ir al parque de atracciones, a una firma de libros o con interés en encontrar al futuro padre de tus hijos imaginarios, es de agradecer que esas ideas y actitudes salgan a la luz en la primera cita para saber a qué atenerte y no perder más tiempo del necesario. Somos la educación que hemos recibido, pero será mejor que salgamos con el cerebro reseteado de casa.

Tú a Leroy Merlin y yo a Zara Home

Lo típico. Manolo lo flipa cuando ve que tú también conoces las marcas de martillos y de tijeras para recortar los setos, y que los asuntos de menaje del hogar te interesan menos que la secuencia del genoma humano, no porque no sea interesante, sino porque no te seduce ni has nacido para ello. A Manolo le han enseñado que hacer la cama y lavar las cortinas es cosa de mujeres y colocar bombillas o abrir la caja de las persianas es cosa de hombres. Vive anclado en 1965, víctima de la educación de un colegio segregado por sexos, no quiere entrar en razones del siglo XXI y morirá pensando que a cada persona le toca un espacio y unas labores según lo que tenga entre las piernas. Manolo hace parecer joven a un dinosaurio.

Coche grande, ande o no ande

Pasan cinco minutos de la hora pactada y Arturo te avisa de que no encuentra sitio para aparcar, que mejor te recoge y luego vais juntos al bar. Es ahí cuando aparece con su tráiler de cuatro plazas e instantáneamente piensas que es una encerrona para eclipsarte. Subes al coche y lo primero que se te ocurre decirle es: "Quizás me he aventurado comprando preservativos normales, que no sé por qué me da que te van a quedar grandes", aunque de buen rollo para no parecer una desagradable. A Arturo le han inculcado que es él quien debe llevar el volante, pasear a la dama, que te sientas como en un palacio en su vehículo, protegida, deslumbrada... pero lo único que consigue es que pienses que con semejante carrocería y su actitud nada más conocerte, busca superar sus complejos de miembro sexual tirando a bastante pequeño. "Pero con esta lengua hago maravillas, nena". Con una carroceta Seat de hace quince años, nada de esto hubiera pasado.

Adelante, mademoiselle

Apenas lleváis diez minutos juntos y ya te ha cedido el paso cinco veces entre la calle y abriendo la puerta del bar. Intentas disimular y hasta le das las gracias por quedar bien, pero ya se te ha cruzado y estás deseando marchar, no sin antes decirle que llevas varias mudanzas moviendo las cajas tú sola, que haces crossfit, levantas ochenta kilos con cada mano y que te parecen muy pedantes las actitudes de pleitesía extrema. Armando, acostumbrado a ser un gentleman de americana, zapatos castellanos, poder adquisitivo y con un cuerpo que no está para muchos sobreesfuerzos, recapacita sobre su caballerosidad y superioridad de hombre que trata a las mujeres como a princesitas de cuento rosa, no sin antes pagar tú la desorbitada cifra de 3,90€ por dos cafés manchados con más pedantería que leche y sacarina, y largarte. Es un pobre pelele víctima de una educación contaminada, pero todo tiene arreglo menos la muerte.

Los tacones y la feminidad

Si apareces en la primera cita con unas zapatillas y él no tarda en sacarte el tema del calzado y los tacones, una de dos: es un lamesuelas fetichista del calzado a quien le gusta sentirse subyugado por la grandeza de unos tacones interminables, o simplemente te ve menos mujer por ir con suela plana, sin accidentarte cada dos baldosas,  sin torcerte el tobillo y sin brillar como si vivieras en una constante celebración nupcial. Su frase estrella es "Los tacones estilizan mucho". Sobre gustos no hay nada escrito, pero Fernando, ¿te has planteado ponerte tú los tacones si apenas rozas el metro sesenta y cinco?

Publicidad