Los heridos del accidente del barranco llegan a la casa de comidas, que se erige como un improvisado campamento de curas. Pepa no da abasto con el trabajo y exige a Francisca que mueva sus hilos para traer cuanto antes un médico a Puente Viejo.

En concreto, un herido llama su atención, Leandro, y Pepa se propone sanarle como sea, aunque esté muy grave. Tristán acude a ayudar a Pepa desde el primer momento, aunque Francisca no apruebe que su familia se mezcle de esa manera con el pueblo.

Angustias, por su parte, ajena a todo, entabla amistad con su compañera Felisa, que ha dejado de parecerle un incordio cuando esta le anima y le promete que le ayudará a salir del sanatorio.

Raimundo se encara con Francisca por permitir que los obreros cruzaran el barranco y la hace responsable de lo que ha pasado. Raimundo sigue sufriendo las consecuencias de la paliza ya que en ella le robaron el dinero que pidió al prestamista y no quiere contar nada a nadie, ni siquiera a su hija Emilia.

Juan tiene que urdir un plan para que Tristán se olvide de remover las tierras que guardan un oscuro secreto de pasado, pero para ello tiene que confesarle a sus hermanos la verdad y ellos lo ayudarán.

Por otra parte, la verbena del puebloparece que no va a celebrarse y todo porque don Anselmo y don Pedro no se ponen de acuerdo en sus negociaciones, están como perro y gato.