Francisca no consigue hacer nada con la medicina que ha de salvar a Gloria porque Águeda la sorprende. Entre ellas hay acusaciones veladas, pero Pepa no está para charlas, agradece su ayuda pero las aleja del lugar.

Juan está demasiado borracho para volver a su casa. Severiano se lo lleva a otro sitio…

Gloria ha salido ya del peligro. Ahora es el momento de valorar, ¿por qué Águeda se empeña en ayudar tanto a Pepa?, ¿realmente serían buenas las intenciones de Francisca al acudir al consultorio?

Águeda por su parte está cada vez más contenta con Pepa. Sin embargo algo tiene contra su relación con Tristán que no puede reanudarse por nada del mundo. Quizás haya llegado el momento… ¿De qué?

Los Mirañar pasan por apuros. No sólo la broma de las Chafarinas les ha salido cara, sino que  además han perdido el colmado… ¿Qué harán ahora?

Alfonso comenta con su hermana que está seguro de que hay algo que le ocurre a Emilia que Raimundo no le ha querido confesar. Algo que va más allá de la simple ruptura con Severiano. Por otro lado, parece que Juan no ha aparecido a dormir y están preocupados.

Gregoria llega y encara a Pepa al ver que ha forzado el consultorio. No puede fingir ante las acusaciones de Pepa, sabía que el embarazo era delicado y que la paciente tenía problemas de coagulación y aun así no se lo dijo. Pepa ha quedado como una heroína salvando a la mujer y tiene el respaldo del pueblo. La jugada le ha salido torcida a la médico, aunque en el fondo, el desenlace le alivia.

Juan despierta en una habitación con una mujer muerta al lado. No sabe cómo ha llegado, pero la muerta es la viuda con la que se despertó Severiano la noche anterior.

Águeda por fin confiesa a qué se debe su interés hacia Pepa… Es su hija.