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LOGROSÁN | CÁCERES

Espejo Público reconstruye paso a paso cómo fue 'el crimen de San Valentín'

Catorce de febrero, número 18 de la Avenida Hernández Serrano, en Logrosán (Cáceres). Los agentes del laboratorio de criminalística de la Guardia Civil llegan a la vivienda de Alfonso Triguero, de la víctima, para realizar la inspección ocular.

Una puerta de doble hoja de hierro forjado con dos cerraduras es el único acceso a la vivienda. Los agentes observan que ninguna de ellas está forzada. Primera prueba. Traspasada la puerta se topan con esta habitación, el salón. Una estancia repleta de muebles y otros enseres. Pero lo que enseguida llama la atención es el estado de algunos cajones. Están descolocados, semiabiertos, como si alguien hubiera buscado algo, pero poco.

Tras el salón, llegan a la cocina. En ella encuentran tres tazas utilizadas la noche anterior por la víctima, su hijo y su mujer. Es ella quien asegura a los agentes que la bebida que ingirieron, dulce, en realidad tenía un sabor amargo. Toman muestras así de los medicamentos hallados en la encimera por si pudieran haber sido drogrados. Pero lo que más llama la atención de la cocina son un trozo de embutido y un cuchillo al lado del fregadero. Según Rosa, la mujer de la víctima, fueron los autores del asesinato quienes lo sacaron de la nevera y partieron un trozo para encerrar al perro de la familia en un baño y que no alertase así de su presencia. Las muestras tomadas para conseguir huellas dactilares tiene resultado negativo.

Suben al primer piso, donde se encuentra el dormitorio de la víctima y, en frente, la habitación del hijo. Pero nada más subir las escaleras hallan otra prueba. Un cartucho de escopeta percutido del calibre 12, justo al lado de la entrada del dormitorio principal. En la cama del matrimonio, donde dispararon a Alfonso Triguero, permanecen las muestras del trabajo de los sanitarios por salvarle la vida.

La ventana, cerrada y con la persiana bajada, tampoco presenta signos de forzamiento: nadie ha podido acceder por aquí. Y al lado de la entrada, la prueba principal: la escopeta marca Benelli con la que han disparado a la víctima, con el seguro puesto. A escasa distancia, debajo de la cama, otro cartucho azul percurtido. En él hallan una huella: la de la mujer de la víctima.

La siguiente habitación a inspeccionar, la del hijo. Detrás de la puerta se localizan otras dos armas, otras dos escopetas con su correspondiente funda. En una de las baldas de la estantería hay varias cajas de cartuchos. Entre ellos, azules como el que se ha hallado en la escena del crimen.

Las pruebas hicieron concluir a los investigadores que el autor o autores del crimen pertenecían al círculo más cercano a la víctima y que habían estado esa noche en la vivienda.

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