Amparo Sánchez es madre de un chico de 24 años que desde los 18 está diagnosticado de esquizofrenia paranoide y depresión crónica. Su vida es un continuo peregrinar por los servicios sociales y hospilarios pidiendo infructuosamente que ingrese y traten a su hijo clínicamente. De momento no ha recibido ningún tipo de ayuda.

El hecho de que no haya suficientes hospitales psiquiátricos ha hecho que la responsabilidad recaiga exclusivamente en las familias. "Cuando le llevo al psiquiatra me dice que su problema es de drogas. Si voy al Proyecto Hombre me dicen que lo suyo es esquizofrenía y que ellos no se pueden hacer cargo. El hecho es que unos por otros, nadie quiere saber de mi hijo", se lamenta Amparo.

Por otra parte, Verónica, la hija de Estrella Martín, se suicidó a los 23 años arrojándose por la ventana de su habitación, con el resto de la familia en casa. "Mi hija era una enferma mental a la que nunca llegaron a diagnosticar. Los médicos me decían que lo suyo era un trastorno del comportamiento y que eso no era motivo para hacerle un ingreso psiquiatrico", afirma su madre.

El dia antes de suicidarse Verónica se fué sola al hospital Principe de Asturias. "Desde allí me llamó una doctora y me dijo que mi hija estaba en urgencias porque se había autolesionado. Fuimos a buscarla. Estaba muy agresiva y se negó a hablar con los médicos en nuestra presencia. En aquel momento pido con todas mis fuerzas que le dejen ingresada. Yo me temía lo peor y lo peor llegó unas horas después cuando llegó a casa. Ya había decido quitarse la vida tirándose por la ventana". Desde entonces la vida en la familia de Estrella no ha sido la misma.

Mientras, a Mari Carmen Carrasco la diagnosticaron trastorno límite de personalidad cuando tenía 24 años. Como la mayoría de estos enfermos, ha tenido crisis más o menos violentas pero en absoluto se considera una persona peligrosa. Está casada y tiene tres hijos. El trastorno límite de personalidad le sobrevino cuando nació el segundo. LLegó a separarse de su marido con el que volvió a convivir tiempo después.

"Yo soy una enferma mental. Padezco este trastorno, pero no soy peligrosa. La enfermedad mental no se entiende. Estamos estigmatizados. Por una parte se nos teme, por otra se nos desprecia. Salimos a la luz cuando surgen episodios de enfermos violentos que, seguramente no lo serían si tuvieran la medicación y los tratamientos adecuados", sentencia.