En las fotos del bautizo de María Labarga todo parece normal como si de una celebración familiar se tratara. Sin embargo, todo es mentira. Las personas que la rodean, incluídos los padrinos, son unos completos desconocidos. Amador Puchal y Vicenta Conesa figuran como sus padrinos pero nunca los ha conocido, ni tenido contacto con ellos. 
María vive una vida que no le corresponde. La primera pista la obtiene hace seis años cuando una de sus tías le dice que es una niña adoptada. Los padres que constan en su partida de nacimiento no son sus padres biológicos, el documento está falsificado. Josefina Vivanco nunca dió a luz, nunca rompió aguas en un coche como dijo, ni parió en una clínica de Tortosa.

María siempre ha sufrido falta de cariño por parte de su madre. Su relación con ella es difícil. Ella vive en Medina de Pomar, en Burgos. Cuando María acude allí para hablar con ella no le abre la puerta y ni le dirije la palabra. Ella solo sabe lo que le contó su madre en una ocasión, que en 1968 pagaron por ella el precio de un piso.

María ha investigado por su cuenta y ha encontrado una compleja trama de mentiras, silencios, falsifaciones y misterio que de momento le ha llevado a poner una denuncia a su falsa madre y a la falsa matrona. Ambas están imputadas. Su necesidad de conocer sus orígenes es más urgente si cabe, pues tiene una hija con una enfermedad genética que solo conociendo sus orígenes se puede llegar a curar.