Se trata de una dieta en la que el paciente necesita estar ingresado en una clínica durante el tiempo que dura el tratamiento. Según aseguran sus creadores, la principal diferencia de este método con otras dietas consiste en ser la única en la que el paciente se alimenta exáctamente de los de nutrientes que necesita y al ritmo que ellos crean necesario.

La colocación de la sonda no duele y las molestias desparecen muy rápido, a los pocos minutos de llevarla puesta. El paciente se alimenta así durante diez días y después se le retira, y pasa alimentarse de una forma normal, asesorado por profesionales, para que aprenda a comer de forma saludable. El precio del tratamiento oscila entre los 3.000 y 5.000 euros, variando en función del tiempo que se encuentre uno ingresado.

El doctor Planas ha defendido en Espejo Público su tratamiento, afirmando que "no se trata de una dieta milagro, sino un método que tiene como fin la reeducación alimentaria del paciente". Se ha desmarcado de los que critican su dieta y la comparan con la Dukan. "Nosotros no hacemos una dieta, es un método. Los alimentos que recibe el paciente en la primera fase no solo lo forman proteínas, también hidratos de carbono, oligoelementos y otros nutrientes".

Sin embargo, este método también tiene sus detractores. Clotilde Vázquez, jefa de Nutrición y Obesidad del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. "Desde el momento en el que se pierde una gran cantidad de peso en pocos días, se ponen en marcha unos mecanismos neuroendocrinos, hormonales de ahorro energético muy potentes que provocan una recuperación más rápida y en forma de grasa".

La doctora asegura que esta dieta de la sonda no es recomendable pues "si lo que se quiere es perder grasa, no se puede perder más de medio kilo a la semana". "Hay que tratar a la obesidad con respeto como una enfermedad que es".