Antonio Meño, un joven estudiante de Derecho se sometía a una simple operación de estética, quería 'retocarse' la nariz. Todo parecía ir bien cuando se desentubó y vomitó. El anestesista responsable no estaba en la sala y, para cuando llegó, las lesiones de Antonio Meño eran irreversibles.

Desde ese momento comenzó un verdadero calvario para la familia de Antonio. La clínica nunca reconoció la negligencia y la Justicia llegó a condenarles a pagar las costas del juicio, 400.000 euros que supusieron el embargo de su casa.

El anestesista ha asegurado, en exclusiva, que "no hubo ningún tipo de negligencia", aunque hace 21 años él fue mucho más contundente. "El anestesista nos llevó a mi mujer y a mí a una habitación aparte y nos dijo estas palabras; para bien de su hijo, para bien de ustedes y para bien mío, su hijo se tenía que haber muerto", afirma Antonio Meño.

Tras permanecer 522 días acampados en la calle frente al Ministerio de Justicia, apareció un testigo. Un médico en prácticas que había estado en el quirófano aquel día fatídico. Su testimonio ha permitido al Tribunal Supremo ordenar la reapertura del juicio. 21 años después, todo vuelve a empezar para Antonio meño y su familia.