Investigaciones para la prevención de la muerte de niños por falta de oxígeno durante el parto.

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ESMATERIA

Encuentran en Japón un mecanismo con el que la obesidad provoca cáncer

Investigadores japoneses sugieren, con un estudio en ratones, que con una dieta rica en grasas las bacterias de nuestros intestinos producen sustancias cancerígenas. Cada vez que una persona se sienta a la mesa lo que hace es dar de comer a las bacterias que viven en el zoológico de sus tripas. Y algunas de ellas, como Clostrididum sordellii, disfrutan cuando el comensal elige alimentos como mantequilla, panceta o foie gras. Esta bacteria es una fábrica de ácido desoxicólico, una sustancia implicada en el desarrollo de cáncer de colon, el cuarto tipo de cáncer más común en hombres y mujeres.

"Mi consejo es evitar alimentos ricos en grasas y, en general, no comer mucho", explicaba hoy antes de su hora de cenar el japonés Eiji Hara. Es, más o menos, lo mismo que aconsejaba su compatriota Jiroemon Kimura, un hombre nacido en 1897 que murió el pasado 12 de junio a los 116 años. Pero el de Eiji Hara no es un consejo basado en la experiencia personal, sino en la ciencia. Hara acaba de mostrar en ratones un mecanismo que hace que una dieta rica en grasas aumente el riesgo de sufrir un cáncer de hígado.

En un mundo en el que hay 500 millones de obesos y otros 1.400 millones de personas con sobrepeso, según datos de Naciones Unidas, los hallazgos de Hara son muy relevantes. El vínculo entre la obesidad y el cáncer está sometido a estudio desde hace años. Los epidemiólogos han detectado que los gordos sufren más casos de cáncer de mama, de colon, de páncreas, de riñón, de esófago y de útero. Sin embargo, los mecanismos detrás de este hecho no están claros.

El estudio de Hara, investigador de la Fundación Japonesa para la Investigación del Cáncer, muestra que una dieta rica en grasas modifica las colonias de bacterias del intestino de los ratones, provocando un aumento de la producción de ácido desoxicólico, una sustancia que daña el libro de instrucciones de un ser vivo, el ADN, y puede iniciar un tumor maligno. Además, el ácido desoxicólico induce la secreción de unas proteínas, las citoquinas, que favorecen la inflamación y el desarrollo de un cáncer de hígado.

En su trabajo, publicado hoy en la revista Nature, Hara y su equipo muestran que si se bloquea la producción de ácido desoxicólico, o se reduce mediante antibióticos el número de bacterias intestinales, se evita el desarrollo del cáncer de hígado en los ratones. Sus resultados analizando tejidos humanos en laboratorio también indican que un mecanismo similar al observado en los ratones puede contribuir al desarrollo de cáncer de hígado en las personas.

"Nuestros resultados se pueden extrapolar a humanos en parte sí y en parte no. Hemos hecho estudios con tejidos humanos, pero no hemos hecho todavía el estudio con pacientes con cáncer. Ese es nuestro siguiente objetivo", explica Hara.

Otros expertos son más escépticos, como el francés Nabil Djouder, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en Madrid. “Es difícil saber si existe el mismo vínculo en humanos, porque la flora microbiana de los humanos y la de los ratones puede responder de manera diferente”, opina. Djouder recuerda que varios grupos científicos han buscado diferencias entre los microbios presentes en los intestinos de los obesos y los de las personas con peso normal. “Los estudios han obtenido resultados contradictorios, ya que en algunos se han encontrado diferencias en la flora microbiana de delgados y obesos, mientras que en otros no se han detectado diferencias”, señala Djouder.

"Dicho esto, la relación entre la obesidad y el cáncer cada vez está más clara y no se puede descartar el posible papel de la flora intestinal en esa relación. Sin embargo, no puede ser el único actor, porque no todas las personas obesas tienen cáncer ni todos los pacientes de cáncer fueron antes obesos", advierte el investigador, jefe del Grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y Cáncer del CNIO.

Djouder, que no ha intervenido en el estudio publicado hoy en Nature, subraya que el vínculo entre las bacterias y el cáncer en los seres humanos sigue siendo un territorio "inexplorado". A su juicio, en los próximos años se conocerán más detalles sobre el papel de nuestra flora microbiana no sólo en el cáncer, sino en otras patologías, como las enfermedades del corazón y los vasos sanguíneos, la diabetes tipo 2 y el síndrome metabólico.
La endocrinóloga Ana Belén Crujeiras estudia la relación entre la obesidad y el cáncer de mama en el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge, integrado en el consorcio público CIBERobn.

Crujeiras recuerda que el cáncer no surge tras apretar un interruptor, sino que es el fruto de una cascada de procesos. "La flora microbiana intestinal es un nuevo factor a tener en cuenta", apunta. Crujeiras explica que "la obesidad es un estado de inflamación crónico de bajo grado". Y esa inflamación, provocada por una activación de las defensas del organismo, se ha relacionado con el desarrollo de determinados tipos de cáncer, como el de hígado.

Otro mecanismo que vincula la obesidad con el cáncer es el aumento de unas moléculas muy pequeñas y reactivas, conocidas como ROS, asociado a una dieta rica en grasas. Las ROS también provocan daños en el ADN que pueden desencadenar un cáncer. "La flora intestinal puede tener un papel relevante en el desarrollo de un cáncer, pero es sólo un factor más", puntualiza Crujeiras.

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