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El doble atentado perpetrado ayer en Oslo y en la vecina isla de Utøya adoptó dimensiones de tragedia nacional, ante las noticias que situban en al menos 93 el número de víctimas mortales, aunque tres días después se ha confirmado que son 76.

La policía noruega cifra en 68, y no 86, el número de víctimas del ataque perpetrado en la idílica isla escandinava, donde centenares de jóvenes de entre 14 y 17 años participaban en un campamento de las juventudes socialdemócratas.

En el centro de Oslo, más concretamente en la zona donde se concentra la mayor parte de los edificios del Gobierno, una explosión con coche bomba dejó destrozada la zona, y al menos ocho personas murieron por el impacto.

La matanza de la isla, calificada por el rey Harald de Noruega como una "tragedia inconmensurable", ocurrió sobre las 17.30 hora peninsular del viernes, apenas dos horas después del atentado con coche bomba en el complejo gubernamental de Oslo, en el murieron ocha personas y varias más resultaron heridas.

Las vistas aéreas de la isla y los relatos de testigos que hablaban de jóvenes tratando de huir a nado de la isla sucedieron a las imágenes con escenas de caos en la capital, horas antes, con personas heridas tendidas en las aceras, entre ambulancias y equipos sanitarios que auxiliaban a los afectados.

Detenido en la isla
El presunto agresor, detenido en la misma isla tras la matanza, es afín a los ambientes ultraderechistas y colgó mensajes en internet declarándose nacionalista y enemigo de la sociedad multicultural.

En su declaración, Anders Behring Breivik había asegurado que actuó solo. Sin embargo, en su declaración este lunes ante el juez, el hombre, de 32 años dice que actuó con el apoyo de "otras dos células", y que lo hizo por "salvar a Europa del Islam".

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