Alfredo encontró hace meses la solución para reinventar el negocio de los futbolines. Estaba jugando con sus amigos en un bar y pensó convertir los jugadores en imanes. Así que contactó con el fabricante que con la crisis había perdido el 30% de la facturación y juntos ya han vendido más de 10.000 unidades.
Alejandro, en Barcelona, hace lo mismo pero con alpargatas. Estaba aburrido de diseños tradicionales y elaboró unos diseños más modernos ahora produce 10.000 pares al año. Gran parte de su producción se vende en el extranjero.
Igual que la cerveza artesanal de David. Hace tres años dejó su puesto de directivo, colgó la corbata y se convirtió en maestro cervecero. De sus barriles gotean 60.000 litro al año. Su principal preocupación es ahora disfrutar con el trabajo. Más allá de sus planes de futuro el sueño de David ofrece ya trabajo a siete personas.