Celestino Corbacho, ministro de Trabajo

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CELESTINO CORBACHO SE DESPIDE DE LOS MEDIOS

Adiós, Señor Ministro

El ministro de Trabajo se ha despedido de los medios antes de abandonar Trabajo, un ministerio al que entró cuando España contaba con 2.300.000 desempleados. Hoy son ya más de cuatro millones.

Tenía hoy Celestino Corbacho el cuerpo pesado y cuadrado  de los hombres que soportan durante mucho tiempo una dura carga sobre los hombros. El rostro cetrino y los ojos- brillantes por la emoción- sostenidos por dos ojeras profundas y oscuras, de esas que llevan ya un tiempo instaladas en la cara, de las que no se van después de haber dormido 15 horas, de las que permanecen hasta que se olvida el mal trago, cualquiera que sea el que las ha provocado.

Todos los que lo hemos acompañado hoy durante su despedida en el Ministerio, hemos podido comprobar los estragos que pueden causar el cargo de ministro de Trabajo en plena crisis económica. Corbacho se vuelve a su pueblo, el adoptivo, Hospitalet, para continuar con su vida y retomar lo que estaba haciendo hace dos años, justo antes de que Zapatero en persona le llamara por teléfono para decirle: "Me gustas, me gustas mucho. Vente pa' Madrid". No se lo pensó mucho. ¡Iba a ser ministro! Él, que había salido de su pueblo de Extremadura a los 16 años con tan solo una maleta y las ganas de comerse al mundo, ¡iba a ser ministro!

Cuando llegó a la capital comenzó la dura realidad. Su sinceridad, su lenguaje llano y su forma sencilla de hacer las cosas ya no le valían en su nuevo puesto. Tuvo que aprender el arte del circunloquio y la destreza de hablar sin decir, de asentir sin confirmar. Al principio fue duro pero le pudo el afán. Luego las cosas se fueron torciendo. Cada día un poco más. Imposible sonreír cada mañana después del sempiterno SMS en el que era informado sobre el número de personas que ese día había perdido su puesto de trabajo.

A pesar de todo dice que se va tranquilo, sin demasiados enemigos en las trincheras políticas. Agradecido por el tratamiento de la prensa, por el tono de  sus adversarios políticos en el Congreso, por haber sobrevivido a pesar de que, como él dice, "podían haberme descuartizado".

Corbacho empezó a notar que las cosas no iban bien cuando un amiguete de toda la vida le envió un periódico chino en el que su fotografía era portada encima de una millonaria crifra de parados. No hacía falta entender el idioma el resto de la historia ya la conocen. Hoy todavía mantenía la sonrisa al decir adiós porque, al fin y al cabo, como él dice: "La crisis no la he provocado yo".

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