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COMEDOR ROMÁNTICO DEL SIGLO XIX

Nuestras costumbres a la hora de comer son "decimonónicas"

Poco han cambiado las cosas en los últimos dos siglos cuando se trata de poner la mesa. Buena parte de las modas y costumbres que hoy mantenemos a la hora de comer provienen del siglo XIX.

 

“En el siglo XIX se vuelca toda la atención hacia el universo de la familia, y en los palacios y las familias pudientes de esta época se construye por primera vez un comedor”. Lo comenta Hinda Martín, experta en protocolo que nos hace de guía en el Museo Nacional del Romanticismo donde podemos ver reconstruido hasta el más mínimo detalle un comedor de gala del siglo XIX.

Las cosas han cambiado poco desde entonces: desde la forma de colocar la vajilla y los cubiertos hasta la costumbre de tomar un café después de la comida. Una visita a este comedor nos demuestra que, si algo ha cambiado en todo este tiempo, es que la etiqueta y el protocolo se han popularizado.

El comedor del siglo XIX no solo será un espacio reservado para comer sino un espacio para hacer vida social, casi un espacio público. Las familias intentaban agasajar a sus invitados con mucha vajilla, mucha cristalería y abundante cubertería. Había, por ejemplo, un tenedor de melón y otro tenedor específico para el queso.

El plato preferido en aquella época era el cocido, o su variante –la olla podrida- que era un cocido al que se le añadían aves, carne y embutidos. Un plato contundente que hacía las delicias de clases bajas y altas, incluída la reina Isabel II.

De aquella época proviene la costumbre del servicio de mesa “a la rusa” que consiste en un menú cerrado que se va sirviendo a la mesa uno tras otro, retirando la vajilla y la cubertería anterior. Hasta entonces la costumbre era poner desde el principio sobre la mesa toda la comida e ir comiéndola.

Con este servicio a la rusa comienza a desarrollarse el protocolo actual, apilando los platos y colocando los cubiertos desde fuera hacia dentro, según se van usando. También de entonces, y por ese nuevo estilo, proviene la minuta.

Y una vez terminada la comida, de entonces también nos llega la costumbre de rematarla con un café o una infusión como digestivo. E igual que ahora, tampoco se fumaba en la misma mesa donde se había comido, sino que los caballeros eran invitados a fumar en otra estancia, no era necesario que salieran a la calle para hacerlo.

La historiadora de arte Patricia Garrido nos recuerda que el convite culminaba 8 días después de la comida, cuando el invitado regresaba a la casa de sus anfitriones en la llamada “visita de digestión” para poner por las nubes las magníficas viandas y el inmejorable servicio recibido y.... de paso, intentar se invitado nuevamente.

 

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