Un día en la vida de Federico Moccia

Me despierto bastante temprano, les doy dos besos bien fuertes a mi mujer y a mi hijo, tomo un desayuno sustancioso, de esos bien azucarados, y pongo rumbo a la oficina en scooter, esquivando el tráfico de Roma.

Me divierto mirando todas las escenas que se desarrollan en la calle: un hombre nerviosísimo aguardando a que cambie el semáforo, una mujer que espera el autobús, una mamá que lleva a su hijo al colegio, un gato que reclama algo de comer ante la puerta de un bar. Ver cómo se despierta mi ciudad y despertarme con ella. Después, el trabajo, las llamadas telefónicas, las reuniones. Y a menudo, por la tarde, salgo hacia alguna ciudad para presentar mi libro, conocer gente, emocionarme.

Cuando puedo, juego también un partidito de fútbol ocho con los amigos, que nunca hace daño, ¡o me tomo una pizza estupenda en los buenos restaurantes de los que luego hablo siempre en los libros!