Tu amor por el cine

El cine es arte, es magia, es locura, es fantasía... y es difícil, pero me encanta. Al principio, sufría cuando veía cómo las páginas de mis libros se transformaban en la película, pero acabé pensando que se trataba de otras versiones, de historias que se parecían mucho a lo que yo había contado en mis libros pero que no eran forzosamente idénticas. Y esta nueva consideración me ha permitido ser el director de mis películas.

Me gustaría probar a dirigir una película sobre algo que no nazca necesariamente de uno de mis libros, tal vez un guión escrito por otra persona o incluso una obra de otro autor. Creo que, de algún modo, los dos Moccia, el escritor y el director, se complementan el uno al otro. A veces se pelean, pero al final hacen las paces.

Hay un tercer Moccia, el guionista, que de vez en cuando se interpone entre ambos. Creo que cada uno de estos papeles se complementa con el otro. No podría separarlos. Me gusta mucho ver cómo la historia del libro se transforma en película. Darle al personaje una cara, una voz, matices, gestos, colores, ambientes. Imaginar escenas que dan ese toque adicional a la narración. El que se crea en la pantalla cinematográfica es realmente otro mundo. Desde A tres metros sobre el cielo he trabajado en las adaptaciones de mis libros desempeñando diversas funciones hasta la última, la de director. Ser autor implica expresarse de maneras distintas. Muchas reglas de la narración son comunes también al cine. Cuando hacemos una película a partir del libro, reescribimos la historia narrada en él, eligiendo los sucesos más significativos en detrimento de otros, precisamente porque el ritmo de una película es distinto del de una lectura. Cuando leemos, el ritmo lo decidimos nosotros. La película debe sugerir rápidamente personajes y escenarios, no puede contar con la amplitud de la narración novelada, debe «traicionar» un poco al libro y volverse autónoma, ciñéndose, no obstante, a la historia. Una traición, en cualquier caso, formal y no sustancial. El director sabe sobre todo que tendrá que enfrentarse a lo que el espectador, que primero ha sido lector, espera ver en la pantalla.

Cuando se parte de un libro es preciso reescribir la historia haciendo una selección entre los distintos sucesos que tienen lugar, y el hecho de trabajar en equipo ayuda a decidir de la mejor manera, a no infravalorar las diversas hipótesis y a menudo a encontrar otras nuevas. A pesar de que muchas leyes de la narración son comunes al cine, es necesario hacer una transposición. Cuando parte de algo que ya existe, en este caso un libro, el narrador del cine lleva a cabo en realidad un trabajo aún más difícil. Porque tiene que reescribir casi por entero la historia relatada en la novela, eligiendo además entre los distintos acontecimientos, procurando, sin embargo, mantener intacta la trama en sus aspectos principales. El guionista debe sugerir con una escritura rápida personajes y escenarios. No tiene a su disposición los «espacios» amplios de la narración novelada. Además, al partir de un libro y por consiguiente de un ambiente ya conocido por los lectores, debe enfrentarse a lo que ellos esperan, sabiendo que no puede trasladar a la pantalla todas y cada una de las páginas. Se produce una especie de reestructuración de la trama.

La modalidad de relato de la novela es, efectivamente, distinta. Un guión ha de respetar el ritmo de una película, que es necesariamente rápido. De hecho, es como si, tras habernos dejado absorber por la lectura del libro, que cada uno realiza a su propio ritmo absolutamente personal, nos abandonaran a una serie de sensaciones que van más allá de las páginas.